Bob Dylan, trovador nuestro

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Por: Jack Farfán Cedrón* / Perú.

La mirada apocalíptica de Bob Dylan, su biografía inventada en sus inicios de poeta amigo de los Beat generation, trovador con los jeans raídos; redentor de caminos mordidos por el viento que tiene todas las respuestas; cantante de este siglo atribulado. Espíritu lírico propagado entre las masas, ha arrollado a toda la historia literaria; esta vez, no la llamemos “relegada”; más bien laureada por el compositor norteamericano. La literatura, esta vez, ha cantado.

Es la primera vez en toda la historia del Premio Nobel de Literatura, que un músico de esa talla, un juglar universal; que en las palabras de Leonard Cohen “es como dar una medalla al monte Everest, por ser la montaña más alta”, ha sido justipreciado por los jurados de la academia sueca.

En Papeles inesperados (2009), de Julio Cortázar, el lobo literario equipara a Bob Dylan con Walt Whitman: “Habrá una revolución en Estados Unidos cuando suene la hora del hombre y acabe la del robot de carne y hueso, cuando la voz de ese país sea la de Bob Dylan y no la de Robert MacNamara”.[1]

Dylan ha saltado a la fama mundial en el más completo silencio. Diego Erlanrefiere sobre él en Clarín, diario Argentino: “creó nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense inglesa” (…) es la voz de los desposeídos, de los esclavos, la voz del Estados Unidos profundo.[2] Mientras compone alguna canción; quizás, o mientras decide o no rechazarlo (la entrega acaecerá el 10 de diciembre de 2016). Ello estremece el espíritu, enternece millones de almas.

Y, a pocos días de haberlo obtenido, ha suscitado loas en artículos periodísticos y también iniquidades fanáticas de“mentes brillantes”, dueñas de cierta erudición de kindle o verborrea de mini artículo para revistas femeninas.

Cierto, el Nobel de Literatura se debió otorgar a un escritor por excelencia; a un novelista, a un poeta a tiempo completo (si es que existe aquel milagroso business). Beckett, Premio Nobel; Thomas Mann, lo mereció, con sobrada justeza. Borges no lo obtuvo. Boris Pasternak y Jean Paul Sartre lo rechazaron. ¿Habría honrado al Premio Nobel o viceversa, un tal James Joyce, durante los cuatro años en que fue suspendido, por los desastres de la segunda guerra mundial? Justo o no, al no otorgárselo, el Ulysses sigue siendo lo que es; y aquel irlandés de sombrero bombín, parche en el ojo derecho y barbita afilada; dios irónico; y en extremo, histriónico, no tendría un instante para lamentarlo, mientras se lima las uñas. Vallejo, según Gregory Rabassa, “el más grande poeta después de Dante”… tampoco lo obtuvo. Se ensaña la gloria con quien más la busca. Es la suerte que otorga los premios a algunos afortunados, y a otros relegados los pierde en el anonimato; la mayoría de las veces merecido. ¿Pero, realmente un Nobel hace a un escritor? Antes o después de haberlo obtenido; ¿indudablemente le da un baño de pan de oro al escritor, con la gloriosa bendición de los olimpos? La respuesta la tienen los aplicados lectores; a quienes, ningún escritor miente, por más vendido que sea.

Jorge Luis Borges agradeció en vida el no haber sido dotado por la Academia Sueca; ya que él consideró un lauro más encantador el haber sido incluido en “La Pléiade” (1993), colección parisina que a la fecha contiene más de 800 volúmenes de literatura francesa; y que recientemente ha enfilado entre sus celebérrimas estanterías a Mario Vargas Llosa.

Literatos, pequeños o gigantes, dioses creadores; el espíritu de la música, esta vez, ha librado bucólica batalla.

Desde origen medieval, poesía y música no se concebían separadas. Dylan, sin ser arcaico nos da una lección mesiánica. Es vertiginoso remontarnos a los siglos XIV y XV, donde en algunas cortes reales, por citar el Cancionero de Baena y de Stuniga, recopilado en Nápoles, los poetas arrejacaban dicho holgorio aderezado, de salón, con su perspectiva contestataria, arremetiendo así con su propia cotidianeidad petitoria, humilde, ante algún rey díscolo o benévolo a concederles sus cantados reclamos, o a relegarlos a encantar al lumpen.

Bob Dylan, a la usanza de aquella culta tradición pastoril, aflora, con la escueta sencillez de líneas populares, la “balada americana” de cadencia musical, de alas poderosas, libres. “Cuando un hombre canta, Dios lo ama”, profetizó aquel trovador gaucho, Facundo Cabral, mucho antes de ser acribillado.

Nada extraño se nos haga que Bob haya entrado ya a las cátedras universitarias y a un academicismo desvelado. Dieciocho filósofos norteamericanos (entre ellos Peter Vernezze y Carl Porter, et. al.) compilaron su filosofía de multiforme temática: (Popular Culture and Philosophy) Peter Vernezze, Carl Porter-Bob Dylan and Philosophy -It’sAlrightMa (I’mOnlyThinking)-Open Court (2005).

De momento, la estrella lejana refulge, levitando en la atmósfera de humildad que sus dones de rapsoda popular le reclaman. Quizás anda atendiendo el onírico llamado de Buddha, hacia reinos más silentes que canta el espíritu.

De hecho, el mundo entero lo ovaciona.

[1] Julio Cortázar. Papeles inesperados. Alfaguara. Madrid, 2009. 486 páginas.

[2] “Bob Dylan no atiende y la Academia Sueca desiste de seguir buscándolo”. Diego Erlan, para Clarín de Argentina. 17/10/16: http://www.clarin.com/cultura/Bob-Dylan-Academia-Sueca-buscandolo_0_1670233084.html.

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ceron*Jack Farfán Cerón 

(Perú, 1973). Entre otros volúmenes líricos ha publicado Pasajero irreal (2005), Gravitación del amor (2010), El Cristo enamorado (2011) y Las consecuencias del infierno (2013). Algunas de las revistas virtuales en las que han aparecido textos suyos: Periódico de poesía (UNAM); Destiempos y Síncope (México); Revista de Letras, La comuna de los desheredados y La comunidad inconfesable (España); Los poetas del 5 (Chile); El Hablador, Fórnix, Sol Negro (Perú); y Letras hispanas (USA). Blog:http://elaguiladezaratustra.blogspot.pe/

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