Tiempos difíciles, tiempos de pandemia

En Colombia las medidas de distanciamiento físico para luchar contra el coronavirus han dejado a miles de personas sin recursos, sin comida y sin oportunidad de empleo; especialmente porque muchos son trabajadores informales. 

Por Henry Barbosa

Nadie se puede adivinar cómo será el mundo después de la pandemia. Todos esperamos en que el destino nos permita sobrevivir al igual que a nuestras familias, amigos y compatriotas. Tenemos la esperanza de que Colombia ha sido un país cuyo pueblo ha sobrevivido a las tragedias y a las calamidades.

La resiliencia, esa capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas, hoy tan de moda en boca de los políticos que tanto daño han hecho al grueso de la población se necesita más que nunca.

Todos los países han tomado diversas formas de enfrentar la pandemia, Duque a regañadientes esperó hasta el último momento para tomar medidas, presionado por las circunstancias y en especial por las decisiones de la alcaldesa de Bogotá y de los alcaldes de Medellín y Cali.

Sin embargo, del uribismo salvaje y anacrónico todo se puede esperar, para ellos está primero la economía, donde se privilegia el mercado y los negocios, sobre la salud pública. Los medios voceros incondicionales y pagos por el régimen anuncian a cuatro voces inversiones millonarias, prestamos, subsidios, pero que en la realidad no llegan al grueso de la población que es la más pobre y necesitada, y que tristemente está abandonada a su suerte.

Lávense las manos con jabón cada hora”, repiten hasta el cansancio, sin mencionar cómo hacer para lavarse las manos cuando en Colombia hay cientos de miles de viviendas sin acueductos y alcantarillado, es decir, sin agua potable. ¿Cómo pueden lavarse las manos cada hora los millones de personas que habitan esas viviendas? La Guajira y todos los pueblos de la costa son un reflejo de esa cruda realidad, en Soacha para no ir más lejos está como ejemplo Altos de la Florida.

Unos se pueden lavar las manos, otros no, Colombia en un país desigual. La pandemia ha mostrado las debilidades nacionales. La situación le cayó al “Ñeñe” Duque como anillo al dedo para sepultar el escándalo por la compra de los votos de su elección por la mafia en la Costa, pero más que un anillo, se trataba de la soga al cuello a la democracia colombiana.

En Colombia las medidas de distanciamiento físico para luchar contra el coronavirus han dejado a miles de personas sin recursos, sin comida y sin oportunidad de empleo; especialmente porque muchos son trabajadores informales.

La desesperación en medio de la pandemia se agrava con cada día de la cuarentena, es por eso que en algunas comunidades las personas están optando por colgar prendas de color rojo en puertas y ventanas. Inicialmente esta idea que comenzó en las redes sociales como una señal para pedir ayuda en diferentes barrios de Bogotá y Soacha, poco a poco se ha transformado en un símbolo de protesta.

No todo es negro en la pandemia, hemos confirmado el valor de la organización social; la necesidad de reglas para la convivencia; la significación de la solidaridad; lo imprescindible de las instituciones sociales y jurídicas. Ha servido para valorar el propósito, sentido y relevancia del Estado. Sin un Estado sólido y confiable, no hay sociedad viable, pero desafortunadamente todas las instituciones están podridas y corroídas por la corrupción, el fanatismo, la politiquería, el afán de lucro y el neoliberalismo salvaje ha hecho que el odio se exacerbe y el país vaya a la deriva.

Estos días han servido para revalorar la nobleza de profesiones como las de la salud: los médicos han sido ahora los oficiantes que fueron de los tiempos cavernarios. Ningún elogio, ni aplauso, ni proclamación serán suficientes para agradecer a médicos, enfermeras, paramédicos, laboratoristas, lo que han hecho. Ante el heroísmo médico paradójicamente también la perversidad ha estado presente. Las amenazas a profesionales de la salud que atienden pacientes infectados con el COVID-19 quedarán como una vergüenza nacional.

El mundo si no mejor será distinto. Se limitarán las reuniones masivas; habrá restricciones de viaje; se implementarán requerimientos higiénicos; se deberá proteger a los grupos vulnerables; habrá mayor trabajo a distancia; se mejorará la relación entre trabajo y disfrute de la vida; habrá un mayor acceso al comercio y logísticas en línea y se desarrollará la prevención y protección global de la salud.

Las personas que llevan varios días encerrados deben prepararse desde varios puntos de vista para salir a la calle al término de la cuarentena. Habrá de llegar el momento de pensar en el regreso a la supuesta normalidad. Pero ¿Será realmente normalidad lo que se necesita en esta sociedad injusta y desigual?

Mejor será preparar un nuevo amanecer, el segundo renacimiento de la historia. En Colombia algo habrá de pasar. No se puede engañar a todos todo el tiempo. El pueblo sabio empieza a darse cuenta de qué está hecho el Gobierno y quién ha sido quién en la pandemia. La historia toma nota.

henrybarbosa@outlook.com

Abril 27 de 2020