Las amenazas de Trump de deportaciones masivas ponen en crisis a los países de Centroamérica

Mientras el presidente electo de EEUU, Donald Trump, se prepara para asumir el cargo en enero con la promesa de deportaciones masivas, algunos países centroamericanos se preparan para el regreso y una posible afluencia de migrantes vulnerables.

Sin embargo, las deportaciones no son una novedad, durante la administración de Joe Biden, miles de personas fueron deportadas en su mayoría de países latinoamericanos, es el caso del aeropuerto de San Pedro Sula en Honduras, donde diariamente decenas de migrantes deportados se agolpan en las sofocantes instalaciones del aeropuerto.

Ahora, mientras el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, se prepara para asumir el cargo en enero con la promesa de llevar a cabo deportaciones masivas, Honduras y otros países centroamericanos, de donde la gente ha huido por generaciones, se preparan para una posible afluencia de migrantes vulnerables, una situación para la cual están mal preparados.

“No hay capacidad”

Honduras, Guatemala y El Salvador, que tienen el mayor número de personas viviendo ilegalmente en Estados Unidos después de México, podrían ser los primeros y más afectados por las deportaciones masivas.

En el caso de Honduras, desde 2015 ha recibido alrededor de medio millón de deportados. Bajan de aviones y autobuses para ser recibidos con café, pequeños platos de comida y bolsas de pasta de dientes y desodorante. Mientras algunos suspiran aliviados, libres de las duras condiciones en las instalaciones de detención de Estados Unidos, otros lloran, presos del pánico.

“Qué hacemos ahora, no sabemos lo que queda adelante”, dijo una mujer en un grupo de deportados que esperaban a ser llamados por un hombre que apuntaba en un teclado.

Aproximadamente 560.000 hondureños, alrededor del 5 % de la población del país, viven en Estados Unidos sin estatus legal, según cifras del gobierno de Estados Unidos. De ellos, expertos en migración estiman que unos 150.000 pueden ser localizados y expulsados rápidamente.

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Migrantes hondureños que fueron deportados de Estados Unidos desembarcan en el Aeropuerto Ramón Villeda Morales en San Pedro Sula, Honduras.

Debido a que países como Venezuela se niegan a aceptar vuelos de deportación desde Estados Unidos, el gobierno de Trump podría priorizar la deportación de los migrantes “más vulnerables” de esos países que tienen órdenes de expulsión pero no antecedentes penales, en un esfuerzo por aumentar rápidamente los números de deportación.

“Los hondureños, guatemaltecos, salvadoreños deben estar muy, muy nerviosos porque (los funcionarios de Trump) van a presionar los límites de la ley”, señaló un funcionario de inmigración norteamericano.

Los migrantes y las redes que ayudan a los deportados en esos países del Triángulo Norte de Centroamérica temen que su regreso pueda sumergirlos en crisis económicas y humanitarias aún más profundas, alimentando la migración a futuro.

“No hay capacidad” para recibir a tanta gente, afirmó Antonio García, viceministro de Asuntos Exteriores de Honduras. “Hay muy poco que darle a los retornados”. Aquellos que regresan, dijo, “son los últimos en la fila”.

“Estamos a las puertas de una nueva emergencia humanitaria”, dijo César Muñoz, líder de una ONG de ayuda a migrantes

Migrantes hondureños que fueron deportados de Estados Unidos se sientan en un autobús tras llegar al aeropuerto Ramón Villeda Morales, en San Pedro Sula, Honduras.

El regreso de Trump ha sido recibido con una variedad de reacciones por parte de las naciones latinoamericanas conectadas con Estados Unidos a través de la migración y el comercio.

Guatemala, un país con más de 750.000 ciudadanos que viven sin autorización en Estados Unidos, anunció en noviembre que estaba trabajando en una estrategia para enfrentar posibles deportaciones masivas. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum dijo que México ya está reforzando los servicios legales en sus consulados en Estados Unidos y que le pediría a Trump que deporte a los no mexicanos directamente a sus países de origen.

El viceministro de Asuntos Exteriores de Honduras, Antonio García, expresó escepticismo sobre la amenaza de Trump, citando los beneficios económicos que los migrantes proporcionan a la economía estadounidense y los desafíos logísticos de las deportaciones masivas. Líderes de ayuda a migrantes dicen que Honduras no se está preparando adecuadamente para un posible aumento en las deportaciones.

Incluso con una represión por parte de Trump, sería “imposible” detener a las personas de migrar, dijo García. Impulsados por la pobreza, la violencia y la esperanza de una vida mejor, grupos de deportados suben a autobuses en su camino de regreso a Estados Unidos. Se estima que hasta el 40 % de los deportados vuelven a emprender el camino hacia Estados Unidos.

El negocio ilícito de los “Coyotes”

A medida que las deportaciones por parte de las autoridades estadounidenses y mexicanas aumentan, los llamados “coyotes” y traficantes de personas hacen su “agosto” con los migrantes.

Ahora los traficantes venden a los migrantes paquetes en los que ofrecen hasta tres intentos para llegar al norte. Si los migrantes son capturados en su viaje y enviados de vuelta a casa, aún tienen dos oportunidades más para volver intentar llegar a Estados Unidos.

El drama de los migrantes deportados

Larissa Martínez, deportada de Estados Unidos en 2021 con sus tres hijos, mira su teléfono en su casa en las afueras de San Pedro Sula, Honduras, diciembre de 2024.

Larissa Martínez, de 31 años, es una mujer que está entre aquellos que han luchado por reintegrarse a la sociedad hondureña después de ser deportada de Estados Unidos en 2021 con sus tres hijos. Impulsada por la desesperación económica y la ausencia de su esposo, quien había migrado y la dejó por otra mujer, la madre soltera buscó una vida mejor en Estados Unidos.

Desde su deportación y regreso a Honduras, Martínez ha pasado los últimos tres años buscando trabajo, no solo para mantener a sus hijos, sino también para pagar los 5.000 dólares que debe a familiares por el viaje hacia el norte.

Sus esfuerzos han sido infructuosos. Construyó una casa de madera tambaleante escondida en las laderas de San Pedro Sula, donde vende carne y queso para subsistir, pero las ventas han sido escasas y las lluvias tropicales han erosionado las endebles paredes donde duermen.

Así que ha comenzado a repetir un mantra en su cabeza: “Si no encuentro trabajo me voy en enero”, dijo.

La migrante hondureña Kimberly Orellana, a la derecha, saluda a su madre Oralia Mejía después de ser deportada de los EE. UU., en una estación de autobuses en San Pedro Sula, Honduras.

Recién regresada a Honduras, Kimberly Orellana, de 26 años, dijo que pasó tres meses detenida en una instalación en Texas antes de ser enviada de vuelta a San Pedro Sula, donde esperó en una estación de autobuses a que su madre la recogiera.

Sin embargo, ya está planeando regresar, diciendo que no tiene otra opción: su hija de 4 años, Marcelle, la espera, cuidada por una amiga en Carolina del Norte. Las dos fueron separadas por traficantes al cruzar el Río Grande, con la esperanza de aumentar sus posibilidades de cruzar con éxito. Orellana le prometió a su hija que se reunirían.

Mami, ¿segura que vas a venir?”, le pregunta Marcelle por teléfono.

Ahora que estoy acá es bien difícil saber que puedo cumplir esa promesa ahora”, dijo Orellana, aferrándose a su pasaporte hondureño. “Me toca hacerlo, intentar… mi hija es la única que yo tengo”.

Norma, una mujer hondureña nunca había imaginado dejar su país centroamericano. Pero llegaron amenazas de muerte anónimas a ella y a sus hijos y hombres armados aparecieron en su puerta amenazando con matarla, justo cuando habían asesinado a uno de sus familiares días antes.

Norma, quien pidió anonimato por preocupación por su seguridad, gastó sus ahorros de toda la vida, 10.000 dólares, en un viaje solo de ida hacia el norte a finales de octubre con su hija y nieta.

Pero después de que sus solicitudes de asilo en Estados Unidos fueran rechazadas, fueron embarcadas en un vuelo de deportación. Ahora, está de vuelta en Honduras atrapada en un ciclo de violencia y de la precariedad económica que atormenta a deportados como ella.

“En cualquier lugar de Honduras nos pueden buscar”, dijo en la instalación de procesamiento de migrantes. “Solo tenemos la protección de Dios, porque no esperamos nada del gobierno”.

Ausencia del Estado

Para los migrantes deportados la situación se complica al regresar a sus países de origen, en la mayoría de casos, las autoridades dan la espalda dejando solamente a las ONG de ayuda humanitaria para que intervengan.

Estas a su vez denuncian que con tres vuelos de deportación llegando semanalmente, las ayudas ya están saturadas. Un aumento significativo podría dejar a las redes de ayuda, a los migrantes y a sus familias tambaleándose.

La situación se complica ya que países como Honduras dependen en gran medida de las remesas que los migrantes envían desde Estados Unidos, cerrado el ciclo estos países podrían enfrentar graves consecuencias económicas a medida que se corta esta entrada de recursos.

Un vocero del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, indicó en noviembre de 2024 que las personas que intentan ingresar ilegalmente a EEUU están sujetas a la expulsión del país bajo el Título 8, y una prohibición de cinco años para el reingreso si son expulsados.

Ante las amenazas de Donald Trump, declaró que no se han registrado cambios en las leyes de inmigración y en caso de que haya ajustes estos serán anunciados.

Fuente: Associated Press