El lado oscuro del azúcar: una dulce adicción con serias consecuencias para la salud

El azúcar no solo endulza los alimentos, también activa zonas del cerebro asociadas con el placer y el bienestar. Este efecto placentero, sin embargo, puede convertirse en una trampa: el consumo excesivo de azúcar está relacionado con patrones adictivos similares a los observados en los trastornos por abuso de sustancias.

En la actualidad, este ingrediente está presente en más del 60% de los productos alimenticios y bebidas que se comercializan en los supermercados, incluyendo opciones aparentemente saludables como sopas, ensaladas y barras de granola. Una sola lata de Coca-Cola puede contener hasta 10 cucharaditas de azúcar, y productos menos sospechosos, como la sopa de tomate, alcanzan entre 7 y 8. Como resultado, una persona promedio puede consumir alrededor de 17 cucharaditas de azúcar añadido por día.

Este fenómeno representa uno de los cambios más significativos en los hábitos alimenticios globales y ha despertado la preocupación de la comunidad médica. Numerosos estudios vinculan el consumo excesivo de azúcar con enfermedades como la diabetes tipo 2, obesidad, problemas cardiovasculares y trastornos neurológicos.

Nicole Avena

Desde la neurociencia, las advertencias no son menos alarmantes. Investigaciones recientes han demostrado que el consumo crónico de azúcar puede alterar las vías neuronales del cerebro. “Estos cambios son similares a los que se observan en los trastornos por consumo de sustancias y pueden contribuir al ciclo de ansiedad y consumo compulsivo”, explica la doctora Nicole Avena, experta en adicción a la comida del hospital Mount Sinai Morningside, en Nueva York.

Aunque aún existe debate científico sobre si el azúcar puede clasificarse formalmente como una sustancia adictiva, muchos investigadores coinciden en que su consumo desencadena una intensa respuesta en el sistema de recompensa del cerebro. Según esta hipótesis, el azúcar no es adictivo en sí, sino por el efecto gratificante que genera, especialmente en situaciones de estrés o vulnerabilidad emocional.

Selena Bartlett

“En personas que han atravesado experiencias difíciles, el azúcar puede convertirse en una vía de escape emocional”, señalan las neurocientíficas Selena Bartlett y Kerri Gillespie, de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia. Añaden que el estrés puede intensificar los antojos de azúcar como mecanismo de autorregulación emocional, lo que en el largo plazo puede generar un ciclo adictivo difícil de romper.

Octavian Vasiliu

Las consecuencias del consumo excesivo de azúcar no son menores. Octavian Vasiliu, psiquiatra de la Universidad Carol Davila de Bucarest, destaca que incluso en ausencia de sobrepeso, una ingesta elevada de azúcar tiene efectos perjudiciales sobre la salud física y mental. El límite recomendado, señalan los expertos, es de seis cucharaditas diarias para las mujeres y nueve para los hombres.

Estudios recientes también relacionan dietas altas en azúcar con un mayor riesgo de padecer cáncer, demencia y depresión. “Una investigación indicó que las personas que consumen cuatro o más refrescos azucarados por semana tienen el doble de probabilidades de experimentar síntomas depresivos”, advierten Bartlett y Gillespie.

Abandonar el azúcar no es tarea fácil y requiere un enfoque integral. Las estrategias más efectivas combinan intervenciones psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual, con modificaciones en la dieta. “Reducir gradualmente los azúcares añadidos, aumentar el consumo de proteínas y fibra, y planificar las comidas de manera estructurada son medidas que pueden ayudar a manejar la abstinencia y estabilizar los niveles de glucosa en sangre”, explica Avena.

Pese a ello, la adicción al azúcar suele ser difícil de superar de forma individual. Por ello, varios expertos comparan su impacto con el del tabaco y abogan por políticas públicas más contundentes. Vasiliu subraya la necesidad de que los Gobiernos limiten la publicidad de alimentos ultraprocesados y promuevan el acceso a opciones más saludables.

Los impuestos sobre productos azucarados han mostrado ser una herramienta eficaz. En Estados Unidos, un aumento del 33% en los impuestos sobre bebidas azucaradas redujo las ventas de refrescos en la misma proporción. No obstante, los resultados no siempre son concluyentes: en México, por ejemplo, muchos consumidores sustituyeron los refrescos por jugos de fruta, igualmente ricos en azúcar pero no sujetos al impuesto.

Por ello, los especialistas sugieren que para que estas medidas tengan un efecto real, deben ser más amplias y rigurosas, abarcando todo tipo de productos con alto contenido de azúcar.

En definitiva, el azúcar, ese ingrediente tan cotidiano como seductor, plantea uno de los mayores desafíos nutricionales de nuestro tiempo. Combatir su consumo excesivo no solo es una cuestión de salud individual, sino una responsabilidad colectiva que requiere educación, conciencia y voluntad política.