Con Peñalosa se ha desencadenado un oculto desplazamiento forzado y se ha generado una política de odio hacia los “habitantes de calle”.
Poco a poco se ha ido cayendo la aureola ficticia que tenía Enrique Peñalosa de buen administrador y de excelente urbanista, fama inmerecida lograda a punta de una feroz campaña publicitaria realizada por políticos, contratistas, inversionistas, periodistas y medios de comunicación interesados en recuperar para la derecha el poder en la ciudad de Bogotá.
Y bien que lo lograron, de nada sirvieron las advertencias y los antecedentes que se tenían de su primera administración, que le causó un daño irreparable a la ciudad y perjudicó de paso a todas las personas que viven en ella.
Impidió la construcción del Metro a pesar que se tenían los recursos y los invirtió en el sistema TransMilenio, medio de transporte contaminante, costoso e incómodo, que solo le ha traído perdidas a la ciudad y beneficios incalculables a los pocos inversionistas que son dueños de los buses.
Con las losas de la Troncal de la Caracas la ciudad perdió miles de millones de pesos, las empresas involucradas resultaron exoneradas por prescripción de la acción penal y Peñalosa, como alcalde de la época, nunca respondió ni penal ni políticamente por este descalabro técnico y presupuestal.
Acabó con la famosa calle del “Cartucho” y en su lugar construyó uno de los parques más feos de la ciudad, un sitio tan peligroso que ninguno de los millones de bogotanos han puesto siquiera un pie en ese lugar a pesar de estar a pocas cuadras del despacho del Alcalde y del mismo presidente de la República.
Los moradores del antiguo “Cartucho”, simplemente pasaron la Avenida Caracas y fundaron el tenebroso “Bronx”, no hubo campañas de ningún tipo para socializarlos, al fin y al cabo eran considerados “desechables”, igual como lo hacen hoy en día algunos bogotanos, a nadie le interesa su dolor y su tragedia.
Son tiempos de negocios y por tanto no hay escrúpulos, hoy la Reserva Van Der Hammen es vista como simple potrero, el humedal la Conejera como un obstáculo para la ALO y la Sabana de Bogotá una mina para expandir los proyectos de Camacol.
Hay felicidad en el vendedor estrella de buses Volvo en Colombia, a cada rato se anuncian troncales para Transmilenio, no es época para nimiedades sino para grandes negocios.
Los que diariamente crucificaban a Petro calumniándolo e inventando todo tipo de tropelías, hoy están callados, de repente se quedaron mudos, ya no hay problemas, inseguridad, ni calles destrozadas, ni maquina tapahuecos que destruir, sus cuentas secretas de pagos recibidos para destruir la Bogotá Humana todavía permanecen en el anonimato, solamente unas pocas han salido reseñadas en los informes de “Panamá Papers”.
Hoy en Bogotá cientos de compatriotas sufren una tragedia, son perseguidos, maltratados, ultrajados, vejados, humillados, golpeados y asesinados, ya no les dicen “desechables” como hace unos años, sino “habitantes de calle”, epítetos hipócritas de una sociedad que aceptó que crímenes de lesa humanidad se bautizaran con el nombre amable de “falsos positivos”.
Con Peñalosa se ha desencadenado un oculto desplazamiento forzado y se ha generado una política de odio hacia los “habitantes de calle”, los medios de comunicación diariamente presentan denuncias de la comunidad sobre violaciones, atracos, asaltos a residencias, asesinatos, denuncias falsas que no pueden ser corroboradas por la Policía porque simplemente no son ciertas, noticias falsas que ocasionan abusos de autoridad y tratos crueles como el hecho de llevarlos a la fuerza a vivir en un caño en plena época de invierno.
Hoy varios cuerpos permanecen en la morgue de Medicina Legal, nadie los llora, nadie los reclama, su delito, vivir en la calle víctima del flagelo de la droga, su castigo perecer ahogado por la creciente de un caño de aguas sucias, desmoralizante realidad de una sociedad que hace mucho tiempo perdió su capacidad de escandalizarse. Qué tristeza.