El pesimismo parece haberse adueñado de los colombianos, hay desaliento. Más grave que los problemas es la falta de claridad con relación al rumbo que se debe seguir. Nuestros problemas son grandes, pero mucho menos que los que han tenido que enfrentar otras sociedades a lo largo de la historia y no sólo es porque suene bien, las crisis representan a la vez una gran oportunidad de crear un nuevo modelo de desarrollo, una sociedad más igualitaria.
Las sociedades exitosas de acuerdo a los patrones vigentes son complacientes consigo mismas; los colombianos tenemos que ser radicales en nuestros cuestionamientos para que podamos resultar con un mejor modelo de sociedad.
Bogotá es un ejemplo, en las últimas décadas pasó de ser una ciudad terriblemente pesimista a ser una comunidad con sentido de pertenencia, e incluso con cierto orgullo y confianza en el futuro. Su acelerada transformación da la sensación de que sí es posible mejorar.
La paz se construye mejorando la calidad de vida de los más pobres y eso implica recursos. Es decir, no se construye con palabras, sino con inversión. Por supuesto que la situación económica es difícil, pero se puede hacer un esfuerzo como lo hacen los demás países.
Los impuestos los pagan mayoritariamente quienes tienen mayores ingresos y mejores niveles de vida, por eso las inversiones deberían beneficiar a los más pobres. No importa qué esfuerzos haya que hacer, no puede haber un niño sin estudio, ni aguas negras corriendo a cielo abierto junto a sus casas. Decenas de miles de niños en Colombia aun en pleno siglo XXI tienen que caminar entre el barro para llegar a la escuela.
Lo sorprendente es que empresarios y algunos políticos, todavía se opongan a la generación de nuevos recursos, sorprende que personas que representan poderosos gremios no asuman la responsabilidad que les corresponde, como pasa con los aranceles a la importación de textiles, medida que protege la industria nacional y sobre todo el empleo de los más débiles.
Contrario a los que piensas los uribistas, a la sociedad no la van a defender de la guerra batallones en los alrededores de las grandes ciudades, sino una mayor justicia social y respeto por la dignidad humana, en especial en el campo, así es que se construye una sociedad más igualitaria y más amable.
Si algo ha quedado claro después del proceso de paz, es que la polarización está llevando al país a caer en barrena en un ambiente de zozobra que es aprovechado por algunos para evitar el cambio social como pasa con la restitución de tierras. Lo que es doloroso para quienes queremos un país en verdadera paz con una sociedad más justa.
No hay evidencia y ni siquiera indicios de que el Gobierno uribista tenga interés en la paz, lo que quizás es lógico porque hoy tienen más poder político y manejan los recursos de la nación, y ese poder político no es igual participando en una verdadera democracia.
Aun muchos colombianos creen que el proceso ha sido valioso, porque la sinceridad y generosidad han fortalecido política y éticamente tanto en el exterior como en el interior las voces que reclaman cambio. Es apenas obvio que eso no significa que el Gobierno deba seguir en lo mismo. Los colombianos debemos aceptar que estamos en posconflicto y los que han hecho la guerra por varios años no van a cambiar de la noche a la mañana. Creer que uno tiene gripa cuando en realidad tiene cáncer no es un diagnóstico que pueda llevar a un tratamiento efectivo.
Junio 3 de 2019