Estamos atrapados entre la fuerza de la naturaleza y un presidente inepto con instintos de derecha.
Estamos atrapados entre la fuerza de la naturaleza y un presidente inepto con instintos de derecha.
Las mutaciones y las matemáticas se encargaron de traernos esta tercera, previsible y alarmante ola de contagios que está obligando a cerrar la economía y agravará los muchos traumatismos. Pero también está aumentando el costo de las torpezas y sesgos del gobierno.
La principal de esas torpezas fue no emprender una campaña masiva y creativa de cultura ciudadana, aprovechando —cabalmente— la “economía naranja” para inducir a los jóvenes a que cambiaran su conducta: esta era el arma más sencilla y eficaz contra la pandemia, más aún en un país sin acceso a las vacunas y sin margen fiscal para subsidios.
En vez de eso tenemos el programa “Prevención y Acción”, una réplica de los consejos comunitarios de Uribe donde los funcionarios cuentan lo que hacen aunque no tenga que ver con la pandemia, el presidente contesta preguntas médicas y los pocos oyentes se aburren como ostras. Es peor: estos programas sirven para mostrar que Colombia está mejor que otros por el sencillo método de compararnos cada vez con un distinto grupo de países o en relación con variables diferentes. Y sirven para algo aún más insultante: para contarnos el grado de avance en alcanzar las metas que el propio presidente se ha fijado y que cambia a medida que no logra cumplirlas.
La muestra más reciente del sesgo de derecha fue permitir que los privados empiecen a comprar vacunas: es la admisión descarnada de que la vida de ese 10% de los trabajadores en grandes empresas vale más que la del resto de los colombianos. Una medida estúpida, que no ha adoptado ningún país del mundo, que Pfizer rechazó porque si entra a venderle a los privados se expone a que los Estados le quiten la patente, que rompe y desordena el ya precario plan de vacunación…Si la ANDI tiene ese dinero o esas conexiones, debe sencillamente dárselas al gobierno para beneficio de Colombia entera.
El sesgo de derecha se siente sobre todo en materia tributaria. La reforma se había vuelto inevitable desde el fin de la bonanza petrolera, pero la que hizo Duque en 2019 disminuyó los ingresos del Estado en beneficio de los gremios. Ahora se encuentra ante un hoyo más grande y como no quiere gravar a los ricos optó por agrandar la “clase media”. Con estos agravantes: que el Congreso no pasará la reforma en vísperas de elecciones y que la prolongación de los subsidios por pandemia son parte de esa reforma.
Me falta el ingrediente de mano dura de un gobierno de derecha para temer que vienen tiempos turbulentos.
**Director de la revista digital “Razón Pública”.
Fuente: El Espectador