Mire a ver qué tal le ha ido. A mí, muy bien, diría yo. Completamos 50.586 muertos por covid en apenas 10 meses, desde el 16 de marzo que reportaron el primero, hasta el jueves que fallecieron 399. Y digo que me ha ido muy bien porque de esas 50 mil personas, personalmente sólo conocí a uno, sólo a uno.
Se llamaba Over y era el portero de la esquina donde cada mañana -cuando estaba de turno- comentábamos durante algunos minutos las tristezas y las alegrías que nos producía Millonarios. Más las tristezas, debo reconocerlo.
Un tipo normal, buena persona, que estaba enamorado de su pequeño nieto al que la pandemia dejó sin abuelo en septiembre.
El virus se ha ido llevando a alguien que conocemos, a un referido, al papá de un colega, al hermano de un amigo, a la mamá de un vecino, a la abuelita de un compañero, al amigo de un amigo, y vamos encontrando en las redes sociales pequeños obituarios de cercanos y desconocidos, virtualmente armados con un tuit de un familiar, un post en facebook de un amigo y una fotico personal con una leyenda bonita en Instagram, y ahí vamos sabiendo quiénes se van, qué tan buenos fueron, qué tan doloroso es, qué tan frecuente se está volviendo, qué tan cerca estamos, si tenía muchos seguidores, si lo querían, si lo conocían, si lo extrañaban, y a punta de likes, caritas y cortos pésames en la sección de comentarios vamos especializándonos todos en necrología e informándonos más de los que se van que de los que se quedan, porque con esos continúa el festival del insulto y la feria de la pelea, la amenaza de un imbécil al niño ambientalista, la politiquería en 280 caracteres (cómo extraño los 140), el bodeguero que vende agravios por unas monedas, el fanático que los hace gratis.
Ahí vamos. Encerrados con nuestros hijos para salvarlos de un contagio escolar mientras los llevamos de paseo.
Estamos en estas desde la noche del pasado jueves 19 de marzo, cuando la alcaldesa de Bogotá anunció que al día siguiente iniciaría un simulacro de cuarentena en la ciudad como una de las medidas para luchar contra el coronavirus, que empezaba a rondarnos cada vez más cerca, desde que -oficialmente- se colara a través de un avión que aterrizó en Eldorado procedente de París, a finales de febrero, y entonces, comenzara la debacle.
El resto del país, por decisión presidencial, empezó la cuarentena 5 días después, el miércoles 25. Así que los rolos llevamos 5 días más de guardados que los otros colombianos. No es mucho pero después de casi un año, esas 120 horas pesan como un diablo.
Y así seguimos. Encerrados esperando la vacuna anunciada para enero y prometida para febrero que llegará en marzo.
El miércoles fallecieron 395, el martes 390, el lunes 398. Este mes nos costará mínimo 10.500 muertos, el peor desde que inició este macabro conteo.
De esos números hay que resaltar a los más de 100 trabajadores de la salud que -en cumplimiento de su deber- resultaron mortalmente contagiados. Por eso se entiende la reacción de las asociaciones médicas contra lo que dijo el locutor de fútbol Javier Fernández, quien -de manera sorpresiva- se despachó en un programa del canal Win:
“…hay que hacerle caso también a algunos médicos, porque algunos parece que no estuvieran muy interesados en que esto, algunas personas, de que esto, la persona se cure rápido sino que están más interesados en los 30 millones que les llegan a los hospitales y que es benéfico tener a muchos enfermos de covid en los hospitales porque genera plata para el hospital y no en curar realmente la gente, lo digo de corazón y con conocimiento de causa porque conozco muchísimos casos”.
Después lo escuché en Caracol -simpático, querido, amable- que se declaró aterrado de cómo lo malinterpretaron.
Es una lástima que no haya reconocido la gravedad de lo que dijo sobre “algunos médicos” o sobre “los 30 millones” o sobre los hospitales, justo ahora convertidos en el campo de batalla donde enfermeros, doctores, administrativos y auxiliares de la salud se juegan la vida salvando las de otros, como buenos soldados, verdaderos héroes de la patria.
En esa entrevista, y en otra que vi, lo sentí sincero en su admiración a los médicos, pero creo que se le fueron las luces en la televisión, se quedó corto en las explicaciones y al final, no se retractó de las insinuaciones. Por eso, formalmente, el gremio de los intensivistas (los especialistas en cuidados intensivos) le pidió una rectificación pública al presentador y un espacio en el programa para “mostrarle a la audiencia los esfuerzos que los intensivistas con su equipo multidisciplinario invierten para entregar salud y vida a nuestros pacientes a costa de nuestra propia vida”.
Claramente el cantante del gol quiso decir una cosa y terminó expresando otra. Un clásico autogol en esta época de desespero por el encierro y de renovado temor por la enfermedad, ahora que se sabe que una variante del covid que se transmite con mayor facilidad, la de Suráfrica, ya está en Panamá. Aquí al lado.
Esperemos que no llegue porque la situación está complicada. Por ejemplo, en Bogotá, una de cada 3 pruebas sigue dando positiva.
Para que tengan una referencia, el año pasado hubo 12.018 homicidios en Colombia, un país realmente violento que -de tanto convivir con la tragedia- se ha tornado insensible, casi anestesiado.
El próximo 15 de marzo, cuando completemos un año de contar decesos, el virus habrá quintuplicado esa cifra, facilito.
Dios nos ampare.
Fuente: 2palabras