Música de cámara es un tomo lírico, título inmortal, del gran James Joyce. Comienzo con esta frase porque estos catorce relatos, no sólo llevan implícito un narrador omnisciente sino también un narrador personaje. Además de ello, múltiples, polifónicas voces van contando estas catorce piezas, como música de cámara que se escucha fácilmente mientras nos narran historias.
La doble intención de hacer intervenir al lector en cada cuento lleva como una insignia la afable sensación de que el lector también escriba su propio relato mientras lea. Cada pasaje, cada personaje y su punto de vista, particularmente, hurgando en los recovecos de estas narraciones, nos dieran acaso la impresión de estar contadas como cuando un caballo, que, al galope se acerca, redoblara determinado suceso.
Me explico: toda narración corta entraña el hálito lírico en su concepción compacta e ilusoria de ir devaneando lazos comunicantes que a su vez se bifurcan en capilaridades léxicas con que viene insertada, no sólo la ausente linealidad de lo narrado, sino también su técnica varia, sobreentendida. Polifonía de sus héroes, parlantes, actuantes en el proceso narrativo.
No es casual, si nos remontamos a Juan Rulfo, que nos despierte la leve sospecha de que, durante la escritura de Pedro Páramo (1955), ya había leído a William Faulkner. Y puedo asegurar que el autor de Santuario (1931), a su vez, ya tenía como basamento técnico a ese gran armatoste de referencias homéricas que cierra con el monólogo de Molly Bloom: Ulises (1922).
Cuenta la leyenda pagana, que Alfred Jarry le heredó a Joyce la técnica caótica, fragmentaria, risueña, hilarante, llena de fraseología, refranes, clichés en clave de doble sentido. Quizá un surrealista anterior a El Bosco, ya pestañeaba cada madrugada llenando a tintero y gallos madrugadores el surrealista modelo del Ulises.
No estamos aquí para suscribir técnicas psicoanalíticas a la palestra de este comentario de cuento; pero, por sentido común y lógico, porque nada está bañado de un descubrimiento bajo este sol de todos los días, la técnica usada por innumerables escritores está ahí, libre, para todo el mundo, para quien sale el sol, el mismo que alumbra a un cristiano letrado como a un asno condecorado con el oro mísero de su ignorancia.
Es cuestión de abarcar esa legibilidad de una historia bien contada. Captar la atmósfera del cuento, hacerla una sola y compacta burbuja. Que, en nuestra fantasía narradora, esa bella y colorida burbuja no reviente hasta el final, hasta un buen desenlace. Lo demás, la forma cómo la contamos, las técnicas usadas, el punto de vista del narrador; el tiempo novelado y el real, es ya un cantar que cada alfarero literario moldea a su enrevesado antojo. Vuestra técnica es libre, como el atrapasueños que cada noche nos roba la lengua sedienta y va por agua al manantial fantasioso. La maravilla narrada, cada insano nos la regala, a nosotros, mortales lectores que no advertimos de quién fue la técnica ni de qué parroquiano la hereda. La técnica es vuestra, la historia, dueña es de los lectores.
Esta vez, Catorce Piezas nos procura un recorrido vital de un narrador que ha explorado con un rigor que se evidencia por las técnicas de fabulador omnisciente. Aborda la polifonía de sus personajes, el diálogo separado por comas, por un punto en la línea abierta, en el dialogo faulkneriano, en la parquedad de la frase; acaso perlas silenciosas cayendo en el harnero de las historias.
A continuación, gloso unas cuantas viñetas acerca de algunos de estos catorce relatos del libro.
El primer relato, “Travesía en station wagon”. Lenguaje de lo sugerido. Un narrador, a la vez personaje, a la vez omnisciente, explora el paisaje, las montañas, la sierpe carretera adonde se dirige la hija del narrador, una pequeñita, quien, herida del pie, tiene accesos de fiebre durante el trayecto a una ciudad.
Los elementos que concatena, como la vez en que el abuelo del narrador de la historia lo llevó a conocer el potrero, asocia el olor a hierba y el disparo a una mula herida, para que no sufra. La gran ciudad, como luces en procesión, se avecina mientras el auto va llegando a su destino, que no es otra cosa que, ¿acaso la cura tardía?, ¿acaso esa muerte ya maliciada por el lector activo, que lleva ese dato escondido, seguramente adivinado, como una tarea, no de quien degusta lo contado, sino más bien del que asume su propio final?
“Un campo de arcilla roja”. Vislumbrado como desde un vidrio que se crea el personaje narrador. Vidrio catedral, empañado. Veladura que su propia realidad visionada crea, para paliar la cruenta escena de Barboza y Esteban. Una pelea a ojos vistas, desigual, abusiva. Pero la escena es observada por expectantes, excitados estudiantes que arrojan papeles arrollados, cáscaras, piedras, al campo de arcilla roja, coso donde dos perros de presa libran una cruenta batalla ajena a los docentes (¿Dónde estarían? ¿Es culpa suya? ¿Quién es responsable de aquella humillación y ultraviolencia del matonsísimo Barboza?). La violencia a la que se ven expuestos sus seres que habitan cada historia, se desarrolla como catapulta hacia un camino de redención. Refiriéndose a este relato, Javier Farfán Cedrón dice en la contratapa: “El pretexto de la violencia escolar para explorar los mundos presentes en el día a día: niños actuando roles dictados por sociedades desiguales, con ruptura de reglas —el individuo, objeto de indignidades maquinadas por poderes corruptos aliados con la complicidad silenciosa de los demás”.
Pero esta batalla pueril (de apariencia pugilística en clave bufa) que termina en un golpe sorpresivo, sangriento, atrae a los escolares como imanes de polos diferentes, esparciéndose, despavoridos, unos; y otros lamiendo la sangre viva del reguero fratricida. Cada quien, salvando su pellejo, escapando de un nosocomio escolar, donde uno va a estudiar, a jugar, a tener amigos; a formar la ronda para jugar. Pero también a ser maltratado. El bullying o acoso escolar persiste en la actualidad. No es como en tiempos remotos, es más tétrico, ultraviolento, sistemático, clasista, discriminador; si no exagero un poco, es casi una masacre. Todos contra uno, “…mirando desde una distancia remota, espectadora, del otro lado de un vidrio invisible–” (Farfán, J., 2023, p. 12). El autor de Catorce Piezas (El Cabuyal Editores, 2023), llega al culmen del dolor; lo convierte en cuasi calvario al que ir todos los días con los huevos fritos quemantes dentro del estómago, que se mezclan a la avena, como una bola de miedo por desayuno; que estremece al adolescente Esteban: “Sus ojos hinchados miraban desde una eternidad. Estaba en paz; como si hubiera llegado a su destino”. (Farfán, J., 2023, p. 12). Al final del relato, el narrador personaje retira de sus ojos 20/20 el visillo de esa crudelísima realidad; salta la barda y huye sin mirar atrás, como olvidando un tour de force al que jamás regresará, como aquel presidiario del film Expreso de medianoche (1978), que escapa de una cárcel de Estambul; y salta de alegría, al verse libre de ese infierno.
“Un lugar con abrigo y consuelo” es un cuento acerca de un asesinato o un suicidio de un retrasado mental que era cuidado por su hermano; o quizás al revés. La noche que aparece una soga pendiendo del puente colgante, Él, se abotona la camisa raída y desgastada como abrigándose para un salto más grande que la realidad de pastar, cuidar vacas y cazar venados: la muerte. Final abierto. Historia de corte policial.
“Escena antes del amanecer” nos retrotrae a “¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”, quien dibujaba en la pared palotes (poema “Pedro Rojas”, de César Vallejo). Un hombre que bajo los bombardeos no paraba de escribir con su lápiz azul. La historia que se escribe a sí misma sin un solo parpadeo del escribiente que tras estar siendo derrotado por la crecida y/o la guerra, no baja la guardia y hace que su historia exista en un futuro ilusorio. Un pueblo andino asolado por el terrorismo. Ahora, el narrador está lejos de su patria. Pero recrea la macabra historia con el ahínco de volver a escuchar esa lluvia de palabras que le fortifican la capacidad de evocar con todos sus sentidos la historia que se sigue narrando mientras el río Ebro discurre, inmutable.
“En tus ojos imprudentes”. En este relato el narrador personaje presenta su punto de vista de la ceguera acaecida por un disparo en la sien. La escena inicia con un grupo de policías que están departiendo unas cervezas y Manco, el jefe, invita a un juego. Podría ser ruletear el tambor del revólver. Luego de la desgracia del disparo el policía queda fuera de las filas castrenses, son devueltos sus galones por la esposa y su abuelo, también militar en retiro, muere de pena. Paralelamente a esta historia del disparo en la sien acaece una historia paralela de una detonación.
Escenas de guerra, personajes del campo, recreaciones; y, acaso, la técnica de crear, mediante escenas aisladas, un todo encumbrado a narrar un magma novelesco. Heredero, también, de una bella orquestación cortazariana, Catorce Piezas traslapa el absurdo, la “exploración de posibilidades del lenguaje parco, sin adornos, de silencios elocuentes: lo “no-dicho” pesando más que las palabras, furias hirviendo debajo de la piel —quizás una herencia inconsciente de la dramaturgia del absurdo”; nos dice su autor en la contratapa.
Acoto este último párrafo, tomado de la contratapa de Catorce Piezas:
Las almas que se purifican, pasando por cuestas del dolor, que todo lo trasunta y trasmuta, hasta descorrer el velo de los deseos frustrados. Un ojo memorial que sopla el viento en deuda por las lágrimas de los derrotados, de los oprimidos, de los humildes. Los recuerdos en Catorce Piezas esgrimen como el bisturí, al cuerpo en agonía, para salvarlo de una vida amodorrada, para reanimarlo como con electroshocks, a la vida nueva. Personajes sufrientes, tropas injustas que alteran el orden vital de sus vencidos. Orden fractal, caos en revuelo. No sale de la historia cada pieza, como no se aísla cada instrumento, de la orquesta de cámara: compactación armónica. Música que entraña doble sinfonía, la del orden, y a la vez el caos, en una música silenciosa que los hombres ordenan para su salvación, durante esta rutina aplastante.
Referencias
CATORCE PIEZAS
Javier Farfán Cedrón
Cuentos
Cabuyal Editores
Cajamarca (Perú), 2023
ISBN: 978-612-49347-3-5
89 páginas
Biografía del autor de la reseña:
Jack Farfán Cedrón (Piura, 1973). Ha publicado Pasajero irreal (2005), Gravitación del amor (2010), Las consecuencias del infierno (2013), El mandhala de los signos, El paraíso de la ficción (El Cabuyal Editores, 2023), entre otros. Administra el blog «El Águila de Zaratustra» y dirige la revista literaria Kcreatinn Creación y más desde 2007. En 2016 formó parte de los 105 poetas en el Festival Internacional de Poesía de Lima. Otros poemas, cuentos y reseñas aparecen esporádicamente en revistas como Letralia, Revista de Letras, Fórnix, Libros & Letras, Revista Cronopio, Ouroboros, Bogotá Ilustrada, Periódico de Poesía, La Ninfa Eco, Revista Innombrable, etc. Es Ingeniero forestal graduado en la Universidad Nacional de Cajamarca. En 2008 el Indecopi le otorgó “El reconocimiento por su contribución al respeto y promoción de la propiedad intelectual en el Perú”. El Glorioso Colegio “San Ramón”, de Cajamarca, fundado en 1831, por Ramón Castilla y Marquesado, lo condecoró con el “Reconocimiento por su labor como Jurado”, de 2010 a 2024. Sus libros, artículos, cuentos, reseñas, ensayos y poemas están disponibles en: https://es.scribd.com/user/53330441/Jack-Farfan-Cedron
Biografía del autor del libro reseñado:
Javier Farfán Cedrón (Trujillo – Perú, 1969). Graduado en Administración y Economía, Flagler College, Saint Augustine, Florida y Máster en Administración, University College Dublin, Ireland, ejerciendo su profesión en gestión de empresas en Perú y Estados Unidos. En la actualidad, cursa el segundo año del Master of Fine Arts (MFA) en Escritura Creativa, Florida Atlantic University, Boca Raton, Florida. Premio “Vanguardia Literaria Cajamarquina” en Narrativa, Gobierno Regional de Cajamarca (2017). Primer Premio y dos Menciones Honrosas, “Primer Concurso de Cuentos Universidad Privada del Norte” (UPN Cajamarca, 2004). Autor de los libros de cuentos: En el reino del sol moribundo (Lima, Magreb, 2011) y Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul (Cajamarca, GRC, 2017). Catorce Piezas (Cajamarca, El Cabuyal Editores, 2023) es su tercer libro de ficción.