Tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque hemos nacido egoístas. Comprendamos qué se proponen nuestros genes egoístas, pues entonces tendremos al menos la oportunidad de modificar sus designios, algo de lo que ninguna otra especie ha aspirado jamás (Dawkins, 1993, p. 13, en León y Suárez, 2014, p. 29).
Inicio intencionalmente esta breve reflexión con las provocadoras palabras de Richard Dawkins, pues la crisis actual que se vive a nivel mundial pone demasiados (malos) ejemplos que reclaman la necesidad de una educación orientada a la generosidad, al altruismo, empatía y al cuidado tanto de sí, como de los demás.
Sin embargo, el panorama actual ha dejado ver que tan nobles propósitos de la educación no se han logrado, incluso en países aparentemente mejor educados que nosotros. Ya al inicio de la pandemia vimos como quienes pudieron se volcaron a los supermercados a abastecerse sin límites, sin considerar que otros también necesitaban productos. Ahora, con el pasar de los días, vemos cómo se flexibilizan las cuarentenas sin estar suficientemente preparados a nivel de sistemas de salud y sin tener aún una vacuna o tratamiento realmente eficaz. Del mismo modo, problemas asociados con la incapacidad de asistir a todos los que necesitan de un básico para vivir, sumado al estrés que el teletrabajo, la educación mediada por tecnologías, que aún no llega a todos los cerca de 12 millones de estudiantes, y la disparidad en descuentos económicos para garantizar la continuidad dentro del sistema educativo durante el resto del año, entre otros. Podría alargarse la lista de situaciones apremiantes y retadoras, ya conocidas por todos, sin embargo, el punto aquí es la importancia de reflexionar sobre algunos aspectos que, a mi juicio, valdría la pena tener en cuenta para ganarle la batalla al egoísmo, al miedo y al coronavirus.
Uso de la razón: uno de los grandes supuestos teóricos sobre los que descansan las ciencias es la capacidad de razón y uso del lenguaje de los hombres. Y, esto no es gratis, el curso de la historia y de las ciencias nos han demostrado cuántas cosas somos capaces de desarrollar. Sin embargo, en escala individual todos estamos en la capacidad y obligación de hacer uso de la razón, de detenernos momentáneamente antes de actuar por imitación, como bien lo harían nuestros primos genéticos, los primates. Ahora que se ha flexibilizado la cuarentena, quienes tenemos la posibilidad de estar en casa debemos seguir allí. Y, quienes no tienen esta posibilidad, deben salir atendiendo a las recomendaciones del caso. Es necesario seguir ampliando el margen para que el sistema de salud pueda atender a todos los futuros contagiados, en los que podemos estar usted y yo. También es importante no caer en la infoxicación, pues somos proclives a hacerlo en medio de tanta saturación de noticias y cadenas que pululan en redes sociales. En efecto, mantenernos informados es una necesidad, pero buscando información en fuentes confiables para tomar decisiones. Sí, fuentes confiables como agencias serias de noticias y no las cadenas de Whatsapp, las noticias en Facebook u otras redes sociales en las cuales nadie termina siendo dueño de la información que pone a circular.
Cuidado de sí, pero cuidando del otro: efectivamente uno de los grandes compromisos que tenemos los seres humanos es cuidarnos a nosotros mismos. La naturaleza, especialmente a través de los mamíferos, nos muestra ese instinto de conservación y cuidado de las madres por sus crías. Sin embargo, cuidar de sí, implica también tener en el radar al otro, a los otros y sus necesidades. Salir corriendo a un supermercado a llevarse implementos de aseo o comida por cantidades industriales, con el argumento de que tengo el dinero para comprarlo, es quizás el gesto más nefasto que hemos dejado ver los humanos al inicio de la pandemia.
Si bien la literatura infantil, con el cuento de la Hormiga y la Cigarra, nos enseñó la importancia de tener ciertas provisiones, esto debe hacerse con sentido, con responsabilidad y pensando también en los demás. Así que, menos compras nerviosas y más compras conscientes. Como afirman expertos, es necesario mantener la economía, pero también es indispensable mantener la sensatez.
Creer responsablemente: por estos días es más frecuente escuchar a las personas creyentes decir que su tapabocas y lavado de manos es Dios. ¡Caramba! De seguro ese Dios en el que creen se agarraría la cabeza al escuchar de sus fieles semejantes afirmaciones. A quiénes creen en Dios, nos ayudarían mucho rogando porque el Dios de sus vidas ilumine a los demás para que redoblen los cuidados y para pensar más en el cuidado del personal de salud. Sí, a ellos los necesitamos totalmente sanos para que puedan hacer su labor y atender a todos aquellos que terminen seriamente afectados por el virus. Entonces, como dice el refrán popular: “A Dios rogando, y con el mazo dando”, o en esta circunstancia (como sugiere mi amiga Luz Helena): “A Dios rogando y con acciones aportando”.
Actos de solidaridad: la pandemia nos está tocando a todos. A las personas y a las empresas. A quienes tenemos un trabajo y mucho más a quienes no lo tienen. Por tanto, la solidaridad debe “ponerse de moda”. Las épocas de recesión, como la que apenas estamos empezando, requieren cautela en el manejo de nuestras finanzas, pero también reclaman solidarizarnos con quienes están en circunstancias más apremiantes. Los que podemos, aun con pequeñas ayudas, tenemos el compromiso moral de apoyar a quienes tienen escasos recursos o simplemente ya se quedaron sin ellos. Sí, un compromiso moral porque tenemos la capacidad de advertir que otros, inmediatos, cercanos o incluso desconocidos, necesitan de alimentos, apoyo económico o un trabajo que les genere algún ingreso. En todo caso, solidaridad silenciosa y respetuosa del otro. No esa que nos muestran los influenciadores, tomándose fotos o grabando a los destinatarios de las ayudas. Solidaridad de esa, no.
A modo de cierre, la invitación a seguir pensándonos como parte activa para minimizar el impacto de la pandemia en todas las dimensiones de nuestra vida individual y social. La vida y su expresión en la salud son nuestro bien más preciado. Por tanto, no solo es evitar un pronto contagio, sino tomar todas las medidas para que la situación de confinamiento no tenga un fuerte impacto en nuestra salud mental y en las relaciones interpersonales con quienes vivimos. Asimismo, recordar permanentemente que hay muchas formas de solidarizarnos: una llamada o videollamada, un gesto o una palabra amable, respetar la intimidad del otro a quien ayudamos materialmente o estar con el otro (incluso por medios virtuales).
* Secretario de la Red para la Formación Ética y Ciudadana. Profesor de la Universidad Santo Tomás. (Las opiniones expresadas en este texto no representan a la institución).
Fuente: El Nuevo Siglo
Mayo 18 de 2020