Desde su creación, la Universidad Nacional de Colombia ha tenido a su cargo el Observatorio Astronómico Nacional, primero en América Latina, cuya primera edificación concentró los estudios científicos de finales del siglo XIX y fue el lugar de sonados episodios de la historia del país.
Por: María Luzdary Ayala V., Unimedios Bogotá.
Solo 15 meses tardó la construcción de una de las edificaciones que más brilló en la época de la Colonia y que en 1803, fecha de inauguración, se constituyó en la más alta de América Latina. Esta torre, fue el ícono por excelencia del cultivo de la ciencia y el conocimiento en la entonces incipiente República de Colombia, se mantiene incólume en el extremo noroccidental de la Casa de Nariño. Sus paredes, hoy de color blanco, fueron pintadas en tonos más oscuros cuando José Celestino Mutis le encomendó esta obra al español Fray Domingo de Petrés, quien construyó la Catedral Primada de Bogotá.
Se trata del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), un modelo inspirado en Greenwich y en las torres de la primera edificación de este tipo construida en París. Esta suerte de faro urbano, con ventanas por toda su fachada octogonal que permiten extender la mirada al horizonte cercado por los cerros orientales y las nuevas construcciones cercanas, también forma parte de la historia ilustrada de la Universidad Nacional de Colombia (un).
Pese a haber tomado como referencia el Observatorio de Cádiz, en España, y el ya mencionado de Francia, la obra adoleció de lo que podría ser un lapsus científico. Curiosamente, la meridiana trazada en un comienzo no caía perpendicular a las ventanas, a través de las cuales se instalaría el telescopio para observar las estrellas y determinar el punto exacto de su ubicación en la Tierra, conocimiento esencial que ofrecen estos laboratorios. La razón, según la historia que narran con toda propiedad los docentes que han dirigido el oan, desde el profesor Jorge Arias de Greiff, pasando por uno de sus alumnos, el vicerrector Académico, Juan Manuel Tejeiro, hasta el actual, Gregorio Portilla, se debe a que el constructor tomó como punto de referencia la brújula que señalaba el polo norte geográfico, diferente al polo norte magnético.
Fue Francisco José de Caldas quien se encargó de reparar el error. Precisamente, este prócer de la Independencia, abogado y comerciante, fue el primer director del Observatorio, desde 1805 hasta 1810. En su condición de cartógrafo autodidacta, viajó desde Popayán para asumir el cargo ofrecido por José Celestino Mutis, gracias a una recomendación de Alexander von Humboldt. Este último, según cuenta la historia, quedó gratamente impresionado con los mapas elaborados por el payanés, sin más instrucciones que la lectura de libros que llegaban a sus manos y con los cuales aprendió a determinar latitudes y longitudes.
Luego de su intento fallido de acompañar a Humboldt por su expedición hacia Quito y más allá, Caldas se concentra en el nuevo cargo de director del OAN, donde trabaja y vive. Desde allí mide el ángulo solar en el solsticio de verano y hace calendarios. También, calcula alturas meridianas del Sol y las estrellas para determinar la latitud del edificio sobre el nivel del mar. Además, es uno de los primeros en observar con detenimiento el gran cometa de 1807. De igual manera, aprecia el eclipse total de Luna del 9 de mayo de 1808, así como algunas inmersiones y emersiones de satélites de Júpiter, con lo cual logra estimar la posición del Observatorio en longitud.
Desde entonces, este lugar fue acumulando aparatos astronómicos, entre ellos el cuarto de círculo de John Bird, el péndulo de Graham, un telescopio Dollond, barómetros y termómetros, y el octante de Hadley. De estas “joyas” astronómicas, como las califica el maestro Arias de Greiff, no quedó nada, después de la toma insurgente que lideraba Simón Bolívar en Santa Fe. Hasta la lámina de bronce con la que se trazó la meridiana fue arrancada para convertirla en balas. Hoy, solo algunos teodolitos y enormes relojes con péndulo adornan la sala principal, en el primer piso y el salón del segundo nivel, donde reposa un cuadro enorme del prócer federalista. Todos estos elementos le imprimen un tinte de museo al lugar.
El Sabio Caldas halló en la astronomía el campo más adecuado para conocer las distancias y la configuración de una región, fue así como cultivó por cuenta propia esta disciplina. De hecho, al hacerse cargo del Observatorio, trazó la meridiana sobre el piso del salón principal, con lo cual fue evidente la falla de orientación del edificio. “Calculó la altitud del edificio sobre el nivel del mar”, relata el profesor Arias de Greiff en su libro La astronomía en Colombia, que conservan como una biblia de esta disciplina expertos, entre ellos el profesor Eduardo Brieva, ex rector de la U.N., ex director del OAN e investigador de mecánica celeste.
Mapas históricos
Más que astronomía, el Observatorio fue escenario de estudios de cartografía, muy solicitados en la época por la corona española, para resguardar sus nuevas tierras del imperio portugués. Según narra el profesor Juan Manuel Tejeiro, España perdió muchas posesiones por malos cálculos astronómicos, de manera que el afán no era tanto traer el conocimiento, sino mantener el dominio territorial.
Libros de botánica y cartografía y mapas resguardados en bibliotecas de madera de la época, varios de los cuales han sido trasladados al Archivo Central Histórico de la U.N. para protegerlos de la humedad, son el antecedente más vivo de la actividad académica que se cumplió en la edificación.
Los muebles originales, entre los que se conservan el escritorio que ocupó el Sabio Caldas y los demás directores que le han precedido, así como una amplia mesa de juntas, parecieran poner en escena momentos claves de la historia de Colombia que tuvieron lugar allí; por ejemplo, aquel 20 de Julio, cuando se fraguó el incidente del florero. Desde entonces, la torre de astronomía fue testigo de otros tantos episodios relevantes, como los días en que pusieron bajo prisión a Tomás Cipriano de Mosquera y los también hechos violentos protagonizados el 9 de abril de 1948, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Un viejo e inutilizado telescopio, al que se llega por una estrecha escalera de madera y una placa de cemento ubicada en la azotea del Observatorio, que representa el punto 0 de la cartografía del país, sobreviven en este patrimonio arquitectónico.
Todo lo que queda en este recinto remonta a los visitantes a un pasado lejano. Después de superar el meticuloso protocolo de la casa presidencial, llegar al OAN es transportarse en el tiempo hasta comienzos del siglo XX y más si se llega de la mano de uno de los estudiantes de la Universidad, quien asume con especial empeño su papel de guía histórico.
En manos de la UN
Con más lujos de detalle se devuelve en el tiempo el profesor Gregorio Portilla, actual director del Observatorio, quien antes de entrar al recinto explica por qué la entrada no queda sobre la actual carrera octava, sino en el patio interior del Palacio de Nariño. “Este espacio formaba parte del jardín de la Casa de la Expedición Botánica”, recuerda, como si más que lector de la historia, hubiese sido testigo de primera mano.
Luego del grito de Independencia, el Observatorio sufre diversos tropiezos y pasa por distintas manos hasta que la Sociedad Colombiana de Ingenieros asume su dirección y se dedica a planear y trazar las obras más importantes de infraestructura que requiere el país, especialmente aquellas relacionadas con las vías férreas.
En 1892, el ingeniero civil y profesor de matemáticas Julio Garavito Armero acepta el cargo de director y trae consigo todo el conocimiento e inquietud científica sobre los movimientos de la Luna, fundamental para determinar la hora planetaria. De hecho, es allí donde es instalado el primer reloj con la hora oficial de Colombia.
En 1903, se crea la Sociedad Geográfica del país que toma como sede inicial el Observatorio. Por allí pasa, en 1930, Jorge Álvarez Lleras, colaborador del ingeniero Garavito. Posteriormente, vendría Belisario Ruiz Wilches, quien instaló en la ciudad universitaria un observatorio geofísico en una pequeña construcción e inició las gestiones para erigir una estación astronómica.
En 1965, el oan es vinculado a la naciente Facultad de Ciencias de la un, donde el profesor Jorge Arias de Greiff se posesiona como director, cargo que ocupa durante aproximadamente una década en una etapa inicial y, después, en otro periodo de cinco.
En 1986, la Universidad avisora la oportunidad de montar un moderno laboratorio astronómico en las estribaciones del Parque de los Nevados, en un proyecto que contemplaba una especie de canje por café con el gobierno alemán. Infortunadamente, según lo recuerdan los directores del Observatorio consultados, entre ellos el profesor Eduardo Brieva, ocurrió la catástrofe de Armero, por la avalancha del río Lagunilla, y la propuesta fue archivada.
De otros intentos de restauración, de manera anecdótica y haciendo gala de su humor bogotano, el profesor Arias de Greiff recuerda que cuando el presidente Belisario Betancur se trasladó a la Casa de Nariño, desde allí se mandó pintar solo el costado que tenía vista hacia la ventana del despacho presidencial.
En la actualidad, la torre es conservada exclusivamente para visitas especiales, mientras que la ciencia y el conocimiento que instaló en la capital del país se imparte en el campus de la un, a través de cursos de astronomía básica, astrofísica, agujeros negros y máquinas del tiempo e introducción al viaje espacial. Además, cuenta con la única Maestría en Astronomía del país y se perfila como pionero en ofrecer un doctorado
Fuente: Edición UN Periódico Impreso No. 204