En los pueblos de los Andes, la madre tierra, la
Pachamama, celebra hoy su fiesta grande. Bailan y cantan sus hijos, en esta jornada inacabable, y van
convidando a la tierra un bocado de cada uno de los
manjares de maíz y un sorbito de cada uno de los tragos fuertes que les mojan la alegría.
Y al final, le piden perdón por tanto daño, tierra saqueada, tierra envenenada, y le suplican que no los castigue con terremotos, heladas, sequías, inundaciones y otras furias.
Esta es la fe más antigua de las Américas.
Así saludan a la madre, en Chiapas, los mayas tojolabales: Vos nos das frijoles, que bien sabrosos son con chile, con tortilla.
Maíz nos das, y buen café.
Madre querida, cuídanos bien, bien.
Y que jamás se nos ocurra venderte a vos.
Ella no habita el Cielo. Vive en las profundidades del
mundo, y allí nos espera: la tierra que nos da de comer es la tierra que nos comerá.
Por Eduardo Galeano. “Los Hijos de los Días”