Esto significa que mientras no se logre una reducción significativa en la emisión de contaminantes atmosféricos, los bogotanos seguiremos experimentado enfermedades respiratorias y circulatorias, lo que implica un aumento en hospitalizaciones, incapacidades, atención en urgencias y muertes..
Esta advertencia fue emitida por la Organización Mundial de Salud – OMS – luego de informar que cerca del 92% de las personas que viven en ciudades no respiran un aire limpio. Bogotá no es ajena a esta situación, las dinámicas industriales y de movilidad propias de nuestra ciudad han impactado negativamente en la calidad del aire, y con ello, la salud de sus habitantes.
Aunque la autoridad ambiental de la ciudad afirma que “el aire está bien” porque en la mayoría de los registros sobre concentración de contaminantes atmosféricos emitidos por la Red de Monitoreo de Calidad del Aire de Bogotá – RMCAB – se obtienen niveles que cumplen con los estándares admitidos por la norma nacional (Resolución 610 de 2010), la situación en realidad es otra. Según el Informe del Estado de la Calidad del Aire en Colombia 2011 – 2015, efectuado por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales – Ideam -, la localidad de Kennedy en Bogotá (estaciones Carvajal – Sevillana y Kennedy) es la zona más contaminada por material particulado con un tamaño inferior a 10 micras en todo el país. Allí se excede la norma nacional y se supera hasta en cuatro veces la recomendación de la OMS, además se encuentran asentadas cerca de 1.069.469 personas en una zona en alto riesgo por contaminación del aire.
Nuestra ciudad tiene registradas 397 fuentes fijas (o industriales), sus hornos y calderas para la producción de calor o vapor funcionan principalmente con combustibles fósiles como carbón, ACPM, crudo, etc., que emiten constantemente sus contaminantes. A esto se suman los vehículos automotores chimenea que incluyen el transporte de carga, especial, público colectivo, SITP y Transmilenio que circulan libremente por las calles bogotanas, sin prever que en su gran mayoría operan con motores diesel y suman el 80 % del total de las emisiones de partículas que respiramos.
Esto significa que mientras no se logre una reducción significativa en la emisión de contaminantes atmosféricos, los bogotanos seguiremos experimentado enfermedades respiratorias y circulatorias, lo que implica un aumento en hospitalizaciones, incapacidades, atención en urgencias y muertes, principalmente en la población más sensible como niños, mujeres en embarazo y adultos mayores. Es allí donde precisamente radica la importancia de tener un aire más limpio en la ciudad. Investigadores de Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (2014), han estimado que para el año 2020 se reducirían unas 13.000 muertes en mayores de 30 años, así como 12.000 hospitalizaciones por causas respiratorias en menores de 5 años.
Se han comprobado los múltiples beneficios que representa la mejora en la calidad del aire, por ello, se considera primordial que se tomen algunas medidas complementarias como el aumento en el arbolado urbano de la ciudad. Entre las bondades que brindan los árboles se encuentra su capacidad para disminuir los contaminantes gaseosos y para retener de manera temporal muchas partículas atmosféricas. Bajo esta misma línea se reitera nuestro interés por la defensa de la Reserva Forestal Regional Productora del Norte de Bogotá D.C. “Thomas Van der Hammen”, como una oportunidad para adelantar procesos de restauración y rehabilitación ecológica que incluyen la siembra de árboles, para fomentar la conectividad y como mecanismo para la adaptación y mitigación del cambio climático, todo con el fin de devolverle a los bogotanos los servicios ambientales a los que tienen derecho.