La biodiversidad mwiska

Los humedales, cuerpos de agua de poca profundidad y con juncos y otras plantas acuáticas, albergaron varias especies de aves y pequeños mamíferos.

Por Andrés Olivos Lombana

Los hijos de Chiminigagua llegaron a estas tierras ocho siglos antes que los extraños invasores, aquellos que irrumpieron blandiendo espadas y repartiendo bendiciones.

Nuestros ancestros y auténticos abuelos, desde hacía muchas lunas que habitaban aquí. Sembraban la madre tierra, la amaban y se servían de ella; respetaban y rendían culto a las abundantes aguas, lagunas, ríos y humedales. En esos tiempos las alegres y multicolores mariposas macondianas, revoloteaban alrededor de los “moscas”, porque muexca quería decir persona, aunque la pronunciación correcta era como mwiska.

Aparte de los cronistas españoles, sorprende que también algunos estudiosos “criollos” minimicen las condiciones de vida de los muiscas y se conduelan por la “escasez” de recursos. Contraria a la visión anterior, se evidencia el acceso real a los abundantes recursos y a la rica biodiversidad que dispusieron nuestros antepasados en el altiplano cundiboyacense y, específicamente, en la Sabana de Bakatá, más allá de la carencia de vehículos y animales de carga, y de la ausencia de herramientas de hierro.

Entre las múltiples ventajas del territorio ocupado por los muiscas se destacan las características topográficas y del clima, la fertilidad de los suelos y la abundancia de las aguas, las ventajas propias del río Bogotá o artería acuática que atraviesa sus tierras de norte a sur, los humedales y el acceso a pisos térmicos templados y cálidos.

La Sabana de Bogotá está localizada entre los 2.450 y 2.600 metros sobre el nivel del mar en la Cordillera Oriental de los andes colombianos. Comprende la enorme altiplanicie de unos 935 Km2, rodeada por una cadena montañosa alcanzando alturas de 3.500 metros, y páramos alternados con bajas montañas.

Recuérdese que la Sabana de Bogotá antiguamente fue un profundo lago que al desecarse dejó varias lagunas y numerosos ríos y quebradas, y en todos ellos abundantes peces y aves acuáticas. A lo anterior se suman los recursos y ventajas derivadas del río Bogotá y sus numerosos afluentes que recorren la Sabana de Oriente a Occidente. A todo lo largo del río, nuestros ancestros construyeron camellones y canales para la agricultura.

Los humedales, cuerpos de agua de poca profundidad y con juncos y otras plantas acuáticas, albergaron varias especies de aves y pequeños mamíferos. Algunas especies de aves han sido ya declaradas en extinción como el zambullidor, que antes abundaba en la Sabana. Otros habitantes de los humedales eran el pato tigre, pisingos y el careblanco de montaña.

Las “pesquerías” así llamadas por los cronistas, pudieron ser cultivos o “almacenamiento” de peces. La palabra chucua, con la que aún se designa a los humedales, significa pesquería en lengua chibcha; es posible que el pez capitán fuera pescado en el río y en los canales, criado de forma regular en las chucuas. Los montes colindantes (Cruz Verde, cerro de Suba, el Majuy, por ejemplo) proveían aves, venado, plantas comestibles y curativas, maderas, piedra y leña.

Fuente: Semanario Voz