Totalmente desprestigiado, con graves cuestionamientos por presunta corrupción y vínculos con grupos paramilitares que delinquen en la frontera entre Venezuela y Colombia, Juan Guaidó terminó su aventura como “presidente encargado” de Venezuela, cuando la mayoría de los exdiputados que lo apoyó desde 2019 votaron por la eliminación del llamado “gobierno interino”.
La ultraderecha venezolana decidió nombrar a la presidencia del legislativo paralelo -que desconoce al Parlamento actual, controlado por el chavismo-, a Dinorah Figuera, exiliada en España.
Así, Juan Guaidó, ingeniero de 39 años, quien se había convertido en la crónica de un fracaso anunciado, al extender un gobierno paralelo que, pocos meses después de su creación, nunca logró la confianza de millones de venezolanos, situación que se complicó con la salida del poder en Colombia de su amigo y compinche Iván Duque.
Guaidó, el expresidente del Parlamento -cargo que ostentaba cuando se autoproclamó “mandatario interino”- vio también mermar el reconocimiento internacional, que en un primer momento llegó a sumar más de medio centenar de países y que en la actualidad solo llega a tres (Estados Unidos, Reino Unido y Canadá).
Político desde joven
En su adolescencia, Guaidó, elegido diputado por el costero estado de La Guaira, cercano a Caracas, sobrevivió a la “tragedia de Vargas”, como se conoció a las lluvias e inundaciones que dejaron miles de muertos y desaparecidos, y trastocaron la normalidad de esa región en 1999.
Inició su carrera política como líder estudiantil, vinculado con la social democracia, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), hasta que se unió a Voluntad Popular (VP), partido liderado por Leopoldo López.
Su primer escaño en el Parlamento lo ganó como diputado suplente para el período 2010-2015, y luego fue designado como candidato a legislador principal por su partido en ese último año.
En su trabajo parlamentario, defendió la soberanía de Venezuela sobre el Esequibo, una zona en disputa con Guyana y que supone un tercio del territorio de este país, y denunció el entramado de corrupción gubernamental por el caso Odebretch.
El 2018 de Guaidó, padre de dos niñas y aficionado al béisbol, un deporte considerado como el “pasatiempo nacional” en Venezuela, estuvo marcado por una intensa actividad social y el encuentro con opositores al régimen de Nicolás Maduro.
Un fugaz ascenso
Tras el triunfo electoral en 2015, que permitió a la oposición controlar el Parlamento, las principales agrupaciones del antichavismo acordaron rotar entre ellas la presidencia del poder Legislativo cada año, y en 2019 le correspondió al partido Voluntad Popular (VP), justo cuando vencía el último mandato de Maduro que la oposición consideró ilegítimo.
Guaidó, ya reconocido por EE.UU. como opositor, entonces de 35 años, subió a la presidencia del Parlamento en enero de 2019 y acaparó los focos, convirtiéndose rápidamente en el nuevo líder del antichavismo.
Guaidó reclamó para sí el poder Ejecutivo citando artículos de la Constitución que permiten al líder del Legislativo ocupar la Presidencia de la nación cuando se produzca una falta absoluta del jefe del Estado, algo que en la práctica nunca ocurrió, pero que le sirvió a la ultraderecha tanto venezolana como latinoamericana, mandada desde Washington, lograr que una gran mayoría de países reconociera su “presidencia”.
Junto al grupo que lo respaldó, reinterpretó, con una particular lectura, la Constitución para extender su “presidencia interina” por casi cuatro años, a pesar que el artículo en que sustentó su autoproclamación le daba 30 días para convocar a elecciones.
Casi 1.500 días después, no hubo nunca un llamado a las urnas, mientras que Maduro, su adversario, no solo se consolidó aún más en el poder, sino que ha venido recuperando un reconocimiento que, cuatro años atrás, Guaidó le había arrebatado.
Y hoy, cuando el “exmandatario interino” fue condenado definitivamente al ostracismo, pidió que la lucha contra “la dictadura” de Maduro no sea abandonada por los países que le acompañaron en su cruzada, algo que está por verse, con un chavismo que trabaja para restablecer todo tipo de relación diplomática.
Escándalos de supuesta corrupción
Paralelamente a la “caída” de Guaidó, aparecen las denuncias de corrupción entre ellas en la empresa colombo-venezolana Monómeros, y la posible apertura de venta de acciones a partir de 2022 de Citgo, en Estados Unidos, las cuales generan sospechas sobre el manejo de activos en el extranjero de parte de funcionarios apoyados en su momento por el gobierno interino.
En 2020, el periódico The Washington Post reveló una investigación que vincula al círculo del opositor venezolano con actos de corrupción en Estados Unidos. Actos que estarían ligados a un manejo irregular de activos de Venezuela en el extranjero, recuperados en alianza con la Administración de Donald Trump. No es la primera vez que el político se ve tachado por estas acusaciones, que también resuenan en Paraguay.
El gobierno interino de Guaidó, y la ultraderecha venezolana, controlan los activos de Venezuela en los países que lo reconocieron como mandatario, Colombia y Estados Unidos, entre ellos.
Caso aparte es el escándalo olvidado por los grandes medios de comunicación corporativos de Colombia, cuando se conocieron fotografías de las relaciones de Juan Guaidó con reconocidos paramilitares y narcotraficantes de tenebroso grupo “Los Rastrojos”.