Necrópolis de Usme, 400 años de historia muisca por descubrir
Los 135 restos humanos y más de 300 mil fragmentos de cerámica encontrados en el cementerio indígena de Usme, hasta hoy uno de los más grandes de Latinoamérica, siguen rompiendo el silencio de un entierro de siglos, cuya alta densidad de inhumaciones indica que puede haber más de 10 mil individuos aún bajo tierra.
A pesar de los rumores sobre tesoros ocultos que enriquecerían a más de cinco generaciones, de la existencia de espantos indígenas y de veloces bolas de fuego, que rodeaban la hacienda El Carmen, no fue sino a comienzos del 2007 cuando la verdadera historia salió a flote: operarios que preparaban parte de este terreno para la construcción de una gran urbanización vieron cómo sus máquinas removían vestigios humanos.
Por esos días, una retroexcavadora que abría una zanja cercenó desde el abdomen hacia abajo los restos de un hombre. En el suelo solo quedó el 20% de sus huesos, descubiertos el 10 de enero del 2008 por un equipo de científicos, quienes anunciaron la posibilidad de que en la hacienda, ubicada al sur de Bogotá, yacía uno de los cementerios indígenas más grandes de Latinoamérica hasta el momento.
A partir de entonces, la historia de este lote de 30 hectáreas, bañado por más de tres quebradas y famoso en la localidad quinta de la capital por su fertilidad, no volvería a ser la misma.
El pueblo Muisca, palabra que significa “hombre”, habitó el altiplano central de Colombia, principalmente Cundinamarca y Boyacá, del siglo X al XVI. Desde siempre se les ha caracterizado por su extraordinario saber alfarero y agricultor, por su arte y tecnología textil y, tal vez –como dice el conocimiento ancestral–, por la “malicia indígena” que seguramente heredaron sus futuras generaciones: los habitantes de Usme.
En esta zona, que conecta a Bogotá con el oriente y el suroccidente del país, y en la cual sus casi 300 mil habitantes están orgullosamente marcados por una cultura campesina, vive desde hace 47 años el líder comunal Jaime Beltrán, uno de los primeros en percatarse de que algo raro pasaba en la hacienda El Carmen. “Todo comenzó cuando vimos que las retroexcavadoras agarraban los sedimentos removidos de la superficie y los echaban cuidadosamente en unas volquetas. Allí estaban montados dos hombres y examinaban la tierra que caía seleccionando algunos elementos que los pobladores no alcanzábamos a distinguir”, recuerda Beltrán.
Posteriormente, un grupo de campesinos pudo constatar que las piezas encontradas por los maquinistas eran restos humanos. Ello llevó a Beltrán, el 13 de marzo del 2007, a escribir una carta contando lo sucedido a la alcaldesa del momento, Luz Miriam Riaño, quien ordenó detener inmediatamente los trabajos del proyecto.
Días después, la noticia de un cementerio indígena en Usme se apoderó de los medios de comunicación, y para diciembre de ese mismo año, un equipo de antropólogos de la Universidad Nacional empezó la prospección arqueológica de los terrenos con el fin de identificar dichos hallazgos.
Diversos grupos trabajaron simultáneamente para obtener la información sobre los aborígenes de la zona. Entretanto, los datos se enriquecen con el paso de los días, cada vez que el resultado de la interacción entre los Muiscas y la muerte aparece nuevamente en Usme.
Más de 400 estudiantes y docentes de varias universidades del país participaron en la investigación que cubrió campos como la etnografía y la excavación, pasando por búsquedas bibliográficas que evidenciaron el imaginario histórico de los vecinos sobre la hacienda y resultados de algunos trabajos arqueológicos realizados en el sur de la Sabana de Bogotá en zonas como Candelaria la Nueva, Sibaté y Soacha.
Sobre el terreno, los arqueólogos utilizaron una varilla en forma de T para medir la resistencia diferencial del subsuelo. En unas áreas la enterraban varios centímetros y en otras la hundían más de un metro, con el fin de develar las zonas alteradas por habitantes de siglos pasados.
Al tiempo, hicieron centenas de pozos de sondeo de 40 x 40 cm de lado y 40 cm de profundidad para extraer del suelo un volumen igual de cubos de tierra, que sirvieron para comparar la densidad de material arqueológico encontrado y las potenciales zonas con mayor riqueza.
Estas técnicas, aunadas a la limpieza de taludes y a la información proporcionada por un radar de profundidad que hizo una radiografía del subsuelo, permitieron delimitar 8 hectáreas de la hacienda, donde probablemente existen más evidencias de la interacción entre el hombre prehispánico y su entorno desde el siglo XII hasta el XVI.
Los arqueólogos examinaron 3 km de la tierra dejada por las retroexcavadoras en su brusco paso por el terreno. En la mañana del primer día de trabajo, el 10 de enero del 2008, el equipo encontró los restos del hombre adulto mutilado desde su abdomen por el filo del acero de las máquinas.
En las siguientes horas y a 50 cm de este hallazgo estaba el maxilar de un hombre de aproximadamente 35 años, acompañado por dos cerámicas que, según se determinó luego, hicieron parte de un ritual en torno a la muerte.
Ese mítico 10 de enero los arqueólogos concluyeron su jornada con el descubrimiento de los restos de un bebé de más o menos un año de edad, al que la retroexcavadora le había borrado los pies. En la primera semana se siguieron encontrando en promedio tres inhumaciones por día.
Hasta el momento, la necrópolis de Usme ha dejado brotar de sus entrañas los restos de 135 individuos y más de 100 tumbas. Los arqueólogos han trabajado solo en 400 m2 de los 80.000 delimitados como cementerio. Las estadísticas señalan la posibilidad de encontrar un individuo cada 8 m2.
De la tierra han sido recuperados elementos asociados a rituales funerarios como 45 piezas de alfarería y más de 300 mil fragmentos de cerámica, algunos con representaciones de dos serpientes que en el panteón Muisca personifican los padres de la humanidad: Bachué y su marido, que según la mitología de estos pueblos se convirtieron en culebras antes de desaparecer en las aguas del lago de donde alguna vez habían emergido.
Se han descubierto al menos seis tipos de bóvedas con formas circulares, ovaladas y con cámaras laterales. De igual manera, ocho maneras de acomodar los cuerpos: algunos tienen las manos en el pecho, otros están boca abajo y otros en posición fetal. Esta variedad y la profundidad cronológica obtenida mediante análisis de carbono 14 sugieren que al menos 20 generaciones hicieron uso de este lugar de culto, de ofrendas y de comunicación con los dioses.
Especial atención merece el descubrimiento de ofrendas llamadas ‘asan’, que consisten en la acumulación de materiales diferentes como carbón, nódulos de arcilla, conchas de caracol, tiestos de cerámica, piedras talladas y pulidas y huesos de animales.
De los primeros tres asanes encontrados, solo uno contuvo en su base restos humanos: un individuo adulto contemporáneo de la conquista española, flexionado y con una herida mortal en su muslo derecho causada por un proyectil disparado con un arma europea. El hombre hizo parte de este asan que se conformó igualmente con otros 2.129 elementos de materiales diversos. La fecha obtenida por carbono 14 data este contexto ritual –desconocido en la literatura arqueológica Muisca– alrededor del año 1540.
Actualmente, las investigaciones del equipo de arqueólogos revelan que la necrópolis de Usme, más que un cementerio, es considerada como un alto lugar de culto, ofrendas y comunicación entre los Muiscas y el mundo de los dioses. Durante siglos, en este privilegiado sitio se llevaron a cabo ceremonias que buscaron restablecer equilibrios rotos entre la naturaleza y los seres humanos, con rituales en torno a la muerte.
Además, la posición de ciertos cuerpos muestra la fijación del estado de rígor mortis del cadáver e indicaría que algunas personas fueron enterradas vivas y habrían fallecido por asfixia, bajo los sedimentos que rellenaron la fosa.
“La visión que tenemos de los Muiscas proviene fundamentalmente de los relatos de los conquistadores y de los cronistas españoles de los siglos XVI y XVII. Los recientes aportes de la investigación arqueológica sobre el territorio Muisca y los datos obtenidos en la hacienda El Carmen de Usme permiten darle una profundidad cronológica a estos pobladores y estudiar sus dinámicas de cambio sociocultural, económico y político a través de cuatro siglos de evidencias”, dice Virgilio Becerra, arqueólogo del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional e investigador principal de este hallazgo, quien agregó que la mayoría de cementerios de esta etnia indígena –como los existentes en Soacha, Funza, Usaquén y Fontibón– han sido aniquilados por la expansión urbana.
El futuro del hallazgo
A pesar de la buena voluntad manifestada por el Distrito de ceder los predios del hallazgo a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD), a fin de que “allí se disponga un escenario con las herramientas para el conocimiento de la ciudadanía sobre la cultura Muisca”, según reza un comunicado de Metrovivienda en el 2009, para Becerra aún no se ha establecido la participación de sociólogos, historiadores, arquitectos y urbanistas en la proyección de un verdadero lugar de memoria para Colombia.
El 30 de diciembre del 2010 fue aprobado el Plan Parcial Hacienda El Carmen, a través del Decreto 574 de la Alcaldía Mayor de Bogotá, cuyo objetivo es especificar el uso de las 30 hectáreas del terreno donde se construirá parte del proyecto urbanístico más importante de Bogotá en los últimos 20 años, Usme Ciudad Futuro, que edificará en la zona alrededor de 53 mil viviendas y para el cual se estaba removiendo la tierra cuando fue encontrada la necrópolis.
El decreto se ciñe a lo especificado en el Plan de Manejo Arqueológico de la hacienda, aprobado en el 2008 por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), como requisito previo para llevar a cabo Usme Ciudad Futuro.
Indica que la hacienda debe tener dos sectores, a saber: “… Un área de reserva para investigaciones arqueológicas con extensión de 80.000 m2 sobre el área de mayor densidad de evidencias, en la cual se prevé adelantar A) investigación científica y B) adecuación y construcción de un centro cultural, incluyendo museo (salas de exposiciones, laboratorios, biblioteca), parque arqueológico (investigación, senderos), espacios de docencia (aula, salas, biblioteca), área de administración, jardines y plazas o auditorios abiertos. Y otra área de 220.000 m2, en la cual se adelantaría la construcción de viviendas y otras obras ingenieriles y arquitectónicas proyectadas por Metrovivienda en su labor de planificación urbana”.
Se espera que al terminar la investigación, los restos arqueológicos serán entregados por la Universidad Nacional al Icanh.
Por: Luis Miguel Palacio
Fuente: Unimedios