Debemos cambiar nuestras visiones porque en el tránsito de la guerra a la paz, lo que se busca es dejar de verlos como sujetos aislados y empezar a aceptarlos como colombianos.
Por Cristian Sneyder Rodríguez Aguilar**
La guerra que ha consumido a Colombia por más de 50 años, exige y pide a gritos una solución civilizada en donde los sujetos que hicieron parte de este episodio, quienes por un u otra razón se vieron inmersos en las dinámicas de la guerra, estén dispuestos a perdonar y ser perdonados. Para esto, es necesario sanar las heridas de una guerra fratricida que ha postergado por tanto tiempo el anhelo de un pueblo que quiere vivir en paz. La verdad se tergiversa en las zonas de conflicto, haciendo que la realidad se distorsione, ya sea por un discurso hegemónico que busque salvaguardar su statu quo, o por los actores armados ilegales que buscan justificar su accionar.
Los colombianos y colombianas, no podemos quedarnos de manos cruzadas viendo como la rueda de las historia pasa y no hacemos nada por asumir nuestro papel de trasformación dentro del marco de participación que nos brinda el estado social y democrático de derecho. Por ende, es deber de nosotros construir nuevas relaciones, nuevos tejidos sociales y sanar las que se han roto. Para ello, es necesario escuchar los relatos de aquellas personas que un día fueron a la guerra buscando un futuro mejor y un mejor país, con el fin de dejar de verlos como combatientes o no, como guerrilleros o no, como narcotraficantes o no, como violadores o no. Debemos cambiar nuestras visiones porque en el tránsito de la guerra a la paz, lo que se busca es dejar de verlos como sujetos aislados y empezar a aceptarlos como colombianos. Pero más allá de una adscripción nacional el objetivo, es darles ese sentido, (tal vez muy sobrevalorado o mitificado) de humanos.
Tomando como insumo las concepciones comunitaristas, y a Michael Sandel en su texto ¿Que nos debemos los unos a los otros? Se llevó a cabo un trabajo de voluntariado en la Zona Veredal Transitoria de Normalización “Georgina Ortiz” en el municipio de Vista Hermosa, jurisdicción del departamento del Meta.
En donde el propósito principal de la brigada de voluntariado era el de compartir con las personas que se encuentran en este momento acogidas a lo que se acordó en el proceso de paz, dando tránsito a la dejación de armas y a su reincorporación dentro de la sociedad. Además del ejercicio de relacionamiento, el objetivo era llevar el conocimiento que cada uno de los voluntarios desde sus particularidades y desde lo que estudian, y así aportar desde tres líneas específicas: Alfabetización, Pedagogía para la paz y salud.
Sin embargo, el ejercicio resultó mucho más fructífero, el compartir saberes e historias con una de las partes que el discurso hegemónico mantuvo invisibilizados, permite dar cuenta de las tergiversaciones de la verdad y los sesgos urbanos que nos separan de esa realidad que tenemos tan cerca, pero que la guerra nos hizo ver tan lejos. Como parte de un ejercicio de reconocimiento de los unos con los otros, y todo lo que esto implica. Este ejercicio por parte de nosotros las nuevas generaciones y las personas jóvenes que rechazan un pasado marginal que se extiende desde hace quien sabe cuánto tiempo, en donde una parte de la población busca soluciones a sus problemas y no encuentra más salida que ejercer su derecho a la rebelión. El apropiarnos de este pasado, de estos problemas, hacernos partícipes en la construcción de paz con actos tan sencillo como el escuchar al otro, hacen parte de esa reparaciones simbólicas que la guerrilla también espera de parte de todo el pueblo colombiano. Por ende, como Nación también nos débenos sentir culpables de marginalizar sectores e invisibilizarlos con nuestras apatías. Es por esto, que las nuevas generaciones se deben ver cada vez más inmiscuidas ya que esto es un proceso, no un problema que se pueda solucionar de la noche a la mañana de manera mágica.
Utilizando las principales razones para disculparse que señala Sandel. Recordando a los campesinos que sufrieron injusticias y oprobios por parte de un gobierno represor, como causa del acto fundante de las FARC. Reconociendo los efectos persistentes de las injusticias, como la falta de oportunidades en el campo y la falta de voluntad política para resolverlo y realizando actos de perdón colectivos como colombianos que somos. No olvidamos los miles de muertos de bando y bando, pero haciendo un ejercicio reflexivo para superar las diferencias en pro de la construcción comunitaria, donde cada uno seamos ladrillos que sirve para empezar a darle forma a la paz.
También, como elemento para la superación del egoísmo, ya que aunque no hayamos tenido la culpa ni seamos los causantes del conflicto, como iniciativa que hacemos los jóvenes para perdonar, en un país que aún sufre de un profundo rencor, pero que todos nosotros debemos de manera conjunta superar ya que es nuestro momento, compartimos una misma historia y la construcción de una nueva le corresponde a los jóvenes .Es por ello que es tarea nuestra, no negar el conflicto sino, abolir la violencia como única forma de resolución de los conflictos y aunque la culpa no sea nuestra, somos los sujetos con la posibilidad de actuar en este momento de la historia. Es hora de cambiar, se llegó la hora de perdonar y reconocerá los combatientes como humanos.
** Cristian Sneyder Rodríguez Aguilar, nació el 18 de julio de 1998 en el hermoso municipio de Suacha, tiene 18 años y es estudiante de tercer Semestre de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Sergio Arboleda e integrante de la agrupación política Suacha Común Alternativa. Apasionado de la lectura, escritura y el metal. Soñador pero con los pies muy en la tierra. Comprometido con la construcción de la paz y un mejor país para todas y todos por medio de la trasformación social; así como en darle una segunda oportunidad al municipio de Suacha.