El caso de Sara Sofía llena de dolor. Una sociedad en donde ocurran este tipo de cosas simplemente no tiene futuro. El país completó dos meses buscando a la pequeña sin dar razón alguna de lo que le pudo ocurrir y sin establecer la verdad de los hechos.
Sara Sofía es un símbolo. De una sociedad enferma y depravada, de un Estado inepto, mediocre y corrupto, es decir, un símbolo de la crueldad y la desidia de todos para proteger a quienes constitucionalmente tienen prevalencia.
En Colombia para colmo de males, los confinamientos para luchar contra la pandemia del covid-19 se han traducido en un aumento de la violencia, maltrato, abandono y en nuevas formas de explotación y abuso sexual contra niños y niñas en Colombia.
Es una vergüenza que una sociedad medianamente civilizada permita ese aumento de la violencia y el abuso que amenaza con socavar aún más la situación de nuestros niños, que de por sí ya se encuentran en una situación socioeconómica precaria.
Tristemente los niños son las principales víctimas de la crisis social y económica que vive el país, pues su educación, nutrición, seguridad y salud se ven considerablemente afectadas y para completar la pandemia ha dejado las vidas de cientos de ellos pendientes de un hilo.
En 2020 el cierre de escuelas y colegios afectó a niños y niñas sin discriminación, en muchas regiones ya no solo por la pandemia, sino por la corrupción, a miles de ellos ya se había privado del alimento escolar PAE.
La crisis social e institucional tiende a alimentar la impunidad, el quebrantamiento de la ley y el orden, la destrucción de comunidades y favorecen las condiciones en las cuales la violencia, la trata de personas y otras formas de explotación prosperan. La fragilidad económica a gran escala, combinada con efectos del confinamiento, se ha traducido en consecuencias trágicas en términos de violencia y abuso contra los niños.
La pandemia ha tenido un efecto devastador en especial en las niñas, muchas se han visto expuestas a la violencia física y sexual en sus hogares por el confinamiento, vigilado a menudo por parte de los mismos abusadores.
Son escandalosas las cifras de delitos contra la libertad, integridad y formación sexual de los menores, por eso ahora que se discute la reglamentación de la cadena perpetua para los abusadores y asesinos de niños en Colombia, bien valdría la pena que la justicia demostrara que cuando hay menores que son víctimas de delitos, el Estado tiene que moverse como nunca para garantizar el restablecimiento de sus derechos y condenar velozmente a quienes incurren en prácticas que lesionan a los niños.
Por favor, ya basta, no más casos como el de Sara Sofía…….