En la localidad de San Cristóbal, un grupo de skaters decidió enfrentar la inseguridad de una manera innovadora y constructiva: enseñando a montar skate a los niños de la comunidad.
Esta iniciativa surge en respuesta a una serie de robos que afectaron a los skaters locales, quienes se vieron despojados de sus patinetas en varias ocasiones. Lejos de desanimarse, estos jóvenes decidieron transformar la adversidad en una oportunidad para empoderar a las nuevas generaciones.
La creación de esta escuela de skate fue una respuesta directa a la problemática de inseguridad que impedía a los skaters disfrutar de su pasión. Conscientes de la necesidad de un cambio, los miembros del colectivo se unieron para combatir esta situación.
Así, decidieron que enseñar a los niños de la comunidad no solo sería una manera de compartir su amor por el skateboarding, sino también una forma de recuperar y reivindicar los espacios públicos.
Un deporte olímpico con nuevas posibilidades
El reconocimiento del skateboarding como deporte olímpico ha cambiado la perspectiva de quienes lo practican y ha abierto nuevas posibilidades para los jóvenes. Este nuevo estatus ha dado un impulso adicional a la iniciativa del colectivo, que ahora ve en su escuela una plataforma para que los niños no solo aprendan un nuevo deporte, sino que también descubran oportunidades que podrían llevarlos a niveles competitivos más altos.
Las clases se llevan a cabo los fines de semana en los parques de skate de la localidad, convirtiendo estos espacios en centros de aprendizaje y convivencia. Los skaters del colectivo enseñan a los niños varios trucos básicos y avanzados, adaptando sus métodos a las habilidades y progresos de cada participante.
Este proyecto no solo combate la problemática que inicialmente lo motivó, sino que también está sentando las bases para un futuro donde el skateboarding sea una herramienta de cambio y un símbolo de resiliencia y creatividad para toda la comunidad.