La administración de Peñalosa ha despilfarrado la suma de 231.000 millones de pesos en publicidad.
Mientras que el Gobierno Nacional, en el marco de su plan de austeridad, hace un esfuerzo por reducir los gastos en publicidad con la directiva presidencial número 9, las entidades territoriales, para acompañar el fin del periodo de sus mandatarios, han multiplicado esos gastos.
El caso más emblemático es, por supuesto, el de Bogotá. En sus tres años y medio de gobierno, la administración Peñalosa ha gastado –o, mejor, despilfarrado en publicidad– la suma de 231.000 millones de pesos. En tan solo 10 entidades se han suscrito 702 contratos, cuyo objeto son los servicios de divulgación institucional de estas y de la Alcaldía Mayor. Como van las cosas, tan solo este año, el esfuerzo por mejorar la imagen del alcalde nos costará a los bogotanos 80.000 millones. Un chiste, dirá él. Pero un muy mal chiste que solo a los concejales de Bogotá les genera carcajadas; y, sobre todo, un chiste muy costoso si, además, se compara con los 9.000 millones gastados por el Gobierno Nacional, incluyendo todas sus dependencias, también en lo corrido del año.
Para poner estas cifras en contexto, pensemos que el colegio Filarmónico de Suba, con una capacidad para atender a 600 niños, tuvo un costo de 10.989 millones. O sea que más de 21 colegios de estas características se hubieran podido construir, y prestar sus servicios a más de 12.500 niños.
La mayoría de esos recursos se han gastado en la producción y exhibición de ‘renders’ llenos de fantasías, como aquella del río Bogotá con 100 kilómetros de malecones y alamedas desde Chía hasta Soacha, futuristas estaciones del metro, los caminos imaginarios que atraviesan nuestros cerros orientales o avenidas como la Longitudinal de Occidente –que no se realizarán–, al igual que centenares de parques, vías, proyectos de vivienda y muchos otras obras e iniciativas. No se realizarán, pero ya nos han costado millonarios recursos en publicidad.
Llama la atención que con el propósito de triangular o esconder este tren de gastos se haya acudido a la ahora famélica Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB) para que por su conducto se materialicen los contratos interadministrativos de publicidad de muchas entidades distritales; 110.000 millones de pesos se han ejecutado a través de la ETB en estos tres años para entidades como la Secretaría de Educación, la Secretaría de Movilidad, la Empresa de Acueducto o la Orquesta Filarmónica, para citar unos pocos ejemplos.
El pasado 31 de diciembre, la Empresa Metro de Bogotá suscribió un contrato por 15.000 millones de pesos para proveerle servicios de divulgación de sus planes, programas y políticas y la producción de piezas de comunicación. Esperemos que no sea esto lo único que veamos del anhelado metro de Bogotá.
Ante la magnitud de tal derroche de recursos, el Gobierno Nacional y el Congreso deberían reglamentar este tipo de gastos y limitarlos a aquellos indispensables para informar a la ciudadanía, y no para promover la imagen de gobiernos o mandatarios. Esto ya lo impulsamos desde la Ley 1474 de 2011, estatuto anticorrupción, cuando se estableció un recorte de esos gastos. En cumplimiento de estas normas, las entidades de control deberían tomar cartas en el asunto e investigar posibles detrimentos y sancionar el mal uso de los recursos públicos.
No me faltaba razón cuando me opuse a los nuevos cobros de valorización y a los incrementos desmedidos e impagables del impuesto predial y el ICA, y eso que para entonces no sabía que parte de ellos se emplearía en tan fútil propósito.
P. D. Este miércoles se abrió la licitación para el TransMilenio fase 2 y 3 a Soacha. La Nación contribuyó con el 68 %; el departamento, con 19 %, y el municipio de Soacha, con el 13 % del costo total de la obra, superior a 1 billón de pesos. Bogotá, claro, no aportó un centavo a esta. Solo sonrientes apariciones mediáticas del alcalde. A falta de obras propias, buenas son las ajenas.
Fuente: El Tiempo
Agosto 25 de 2019