Sebastián Mejía recuerda que el primer pedido que entregó lo hizo caminando. Eran unos artículos de tienda de barrio, panes, arepas, leche quizá, no lo recuerda bien, que solicitaron en un hogar del barrio Chicó, en el norte de Bogotá, la capital colombiana. Ocurrió a mediados de 2015.
Nacía en ese instante una empresa que hacía algo elemental, pero que miles de personas realizan de manera informal en Colombia: entregar pedidos -domicilios en el lenguaje popular colombiano- de todo tipo de establecimientos (supermercados, restaurantes, sitios de comidas rápidas, droguerías, entre otros), un servicio que en el país es esencial, muy tradicional, así sea que la tienda esté en la esquina, principalmente en moto y bicicleta. En ciudades como Medellín, la segunda en importancia, cerca de 400.000 motos son utilizadas para esta actividad, indican cifras oficiales.
Sebastián y sus socios, Simón Borrero y Felipe Villamarín, aún no imaginaban que ese emprendimiento, tres años y algunos meses después, los tendría como protagonistas de un hecho histórico para las startup colombianas: alcanzaron el valor de 1.200 millones de dólares en su proceso de levantamiento de capital, lo que les permitió ser calificadas como la primer compañía de este tipo en el país en ser una “unicornio”. En este sector de empresas tecnológicas, Uber, Snapchat, AirnBnb, entre otras, forman parte de este codiciado club.
Las startups calificadas de “unicornio” son aquellas del sector tecnológico que alcanza un valor de 1.000 millones de dólares en alguna de las etapas de su proceso por conseguir inversores.
Mejía señala que Rappi fue el segundo emprendimiento que el trío de amigos tuvo en el mundo digital; antes, y que aún existe, diseñaron una aplicación dirigida a los retailers latinoamericanos para sus procesos de logística. En ese trabajo identificaron la necesidad de conectar a pequeños comerciantes locales con sus consumidores.
“Era un sector muy fragmentado e ineficiente, y no tenían una tecnología que los conectara con los repartidores”. Lo que hicieron entonces fue crear otra app, que hiciera el proceso de entregas mucho más ágil y rápida. También pensaron en romper los tabúes que en Colombia hay respecto a los repartidores, a quienes en ocasiones se los cataloga como una población muy marginal, y dieron cabida a universitarios, personas mayores, incluso profesionales que quisieran ingresos extras. Hoy suman 20.000 colaboradores y están en cerca de 27 ciudades de México, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile y Colombia.
Comenzaron entonces, como dice Sebastián, haciendo ellos mismos (junto a Simón y Felipe) las entregas, buscando direcciones, caminando, montando en moto, hasta en bicicleta, con tal de cumplirles a sus clientes.
Fueron, poco a poco, captando clientela, tanto de los comerciantes como de los consumidores, a quienes les entregaban publicidades en activaciones de marca en las calles de Bogotá, que ellos mismos también repartían.
Luego le agregaron otros servicios como que si alguien le quería enviar dinero en efectivo a otro podía acudir a sus repartidores o que le hicieran un retiro de un cajero electrónico, también era posible mediante botones como Rapicash o Rapifavor.
La idea fue calando entre grupos de inversionistas que le fueron creyendo en el modelo de negocio, hasta el punto que la valoración de 1.200 millones de dólares la alcanzaron a principios de septiembre.
Rappi ha realizado tres rondas de financiación en donde ha recibido recursos de fondos como Sequoia Capital y Andreessen Horowitz (que representó su primera inversión en Latinoamérica), entre otros.
Fuente: Yahoo Finanzas
Octubre 3 de 2018