Jean-Baptiste Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV, decía que las reformas tributarias eran el arte de desplumar al ganso sin que chillara demasiado. Y en eso andan Juan Manuel Santos y Mauricio Cárdenas, intentando dejar a los sectores populares y a las clases medias sin una pluma, pero que a punta de demagogia les queden agradecidos, mientras que a las trasnacionales, a los superricos del mundo, les reducirán los impuestos, haciendo de su reforma la peor que pueda concebirse.
La reforma tiene tres pilares. Primero. Aumenta los impuestos indirectos en nueve billones de pesos –IVA, consumo, combustibles y bebidas azucaradas–, que, como se sabe, golpean muy duro a los sectores populares y a las clases medias y nada a los magnates, con este agravante: es falso que los impuestos nacionales los paguen solo las trasnacionales y unas pocas empresas más. Porque el cincuenta por ciento lo aportan los indirectos, contando a los citados y al cuatro por mil y los aranceles, y otra gran parte corre por cuenta de la clase media empresarial, los trabajadores por cuenta propia y los empleados. El carácter regresivo de los impuestos indirectos no ofrece dudas. Porque castigan por igual al que tiene mucho que al que tiene bastante menos o casi nada y porque casi todos los ciudadanos son pobres y clases medias, en tanto hay poquísimos Carlos Slim y Luis Carlos Sarmiento Angulo.
Segundo. También castigará más a la clase media el monoimpuesto a los tenderos, que se cobre retención en la fuente a partir de los 1.5 millones de pesos y reducir de 3.4 a 2.7 millones los ingresos mensuales desde los que se tiene que declarar renta, para poner a tributar más a otras 500 mil familias.
Tercero. En contraste, el impuesto de renta disminuirá en 1.89 billones de pesos –y eso que aumenta el de la clase media–, porque, principalmente, a los más poderosos, trasnacionales y banqueros, se los reduce de 43 a 32 por ciento. Y enfatizo en estos porque a las empresas pequeñas y medianas apenas les baja del 34 al 32 por ciento, cuando deberían pagar una tasa bastante menor que las enormes. El carácter regresivo de la tributación colombiana no lo define solo el peso de los impuestos indirectos en el total sino que el Gini de empresas sea altísimo, 0.82 –el de personas es 0.53–, y que todas paguen igual tasa de renta, cuando, por ejemplo, en Estados Unidos se escalonan según las ganancias, entre el 15 y el 39 por ciento (Dian. Lo nuevo que se pagará por sectores 2017-2022: http://bit.ly/2dHAXjc).
Lo muy regresivo de la reforma y que la ordene la OCDE no significa una coincidencia. Porque su principal objetivo es servirles a las trasnacionales, empezando por las norteamericanas y europeas.
Coletilla larga: No digo que el estrellón de la Unidad Nacional y el Centro Democrático por el proceso de paz obedezca a un acuerdo, pero que parece, parece, en razón de que políticamente les conviene a las dos fuerzas que aspiran a repartirse a Colombia, y lo hacen con tanta agresividad que obligan a pensar en la confrontación liberal-conservadora de hace décadas, cuando a cada colombiano, enceguecido por los odios que le inyectaron desde arriba, lo obligaron a ser liberal o conservador, mientras que sus jefes políticos promovían en el país el mismo pésimo modelo económico, social y político.
¿Cómo no tener presente que Santos y Uribe, con sus aliados y coroneles políticos, por 26 años, han compartido el poder y se han acordado en todo lo negativo para el país –neoliberalismo, apertura, privatizaciones, TLC, Consenso de Washington, etc.–, pero no han sido capaces de ponerse de acuerdo en cómo desarmar a las Farc, algo que sin duda nos conviene a cada uno de los colombianos? ¿O cómo olvidar que Santos fue ministro de Pastrana, que a Santos I lo escogió Uribe y que a Alejandro Ordóñez lo eligieron primero los uribistas y luego los santistas, así como que los dos trabajaron con Montealegre y respaldan al fiscal Martínez? ¿Y no es cierto que con suma frecuencia un congresista santista es un ex uribista? Quien se deje obnubilar por cualquier tema, por noble que lo considere, en este caso propicia que Colombia se quede anclada en una situación indeseable (http://bit.ly/2f0wHNZ)
Bogotá, 21 de octubre de 2016.