Por Paulina Yáñez Vargas ***
«A él está consagrada Colombia, mi patria (al Corazón de Jesús). Él es Jesús y está señalando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazón sangrando: goticas de sangre rojo vivo, encendido, como la candileja del globo: es la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén«: Fernando Vallejo en La virgen de los sicarios (1994).
Contra ese destino lucha Colombia porque uno de los elementos que contribuye a su tragedia es el narcotráfico. Veinticinco años después de la muerte de Pablo Escobar, el capo del narcotráfico colombiano que puso al país en jaque y que ayudó a pudrir el tejido social con el dinero fácil y la corrupción, el narcotráfico y el narcoterrorismo siguen marcando buena parte de la literatura de Colombia como eje central o secundario como parte de su realidad más contemporánea.
Desde entonces los colombianos han intentado conjurar la violencia y consecuencias de la droga en todas sus vertientes. Ahora, incluso están de moda las series y películas sobre Escobar y demás capos del narcotráfico con su mercadeo de camisetas y diversos objetos que han abierto el debate sobre el riesgo de la apología sobre la figura de Escobar y esta actividad criminal.
La literatura y el cine, y las artes en general, han dado cuenta de esa realidad que trasciende la figura del famoso narcoterrorista. Una parte de ella se verá en la 13ª edición del Festival de Cine de Neiva Cinexcusa, del 22 al 26 de octubre, en una ciudad al sur del país. Una treintena de cineastas, escritores, catedráticos y expertos en el tema analizarán y reflexionarán durante esos días sobre ese presente.
«Son circunstancias históricas que requieren muchos puntos de vista», explica Luis Miguel Rivas autor de la novela Era más grande el muerto (Seix Barral). Para este cronista que participa en Cinexcusa es saludable que se escriban novelas desde distintas perspectivas: «En Rosario Tijeras desde el sicariato; La virgen de los sicariosdesde un intelectual dramático; mi novela desde el chico de barrio, el ser anónimo que ni siquiera ha sido protagonista de la violencia porque no ha tenido el valor para tomar las armas; y muchos más que no han sido explorados todavía. Es bueno que aparezcan y dentro de esa literatura va a haber exploraciones serias o también oportunismo por lo espectacular del tema. Eso hace parte de un movimiento: para que surjan unas voces importantes tiene que haber una multiplicidad de voces«.
Ese prisma de miradas literarias y cinematográficas están en el festival colombiano con una característica: el protagonismo es para los actores secundarios de esta actividad criminal, para aquellos de «perfil bajo» más a pie de calle y con las consecuencias en la cotidianidad de la gente, explica Luis Eduardo Manrique Rivas, codirector de Cinexcusa. El periodista y promotor cultural señala que se trata de ilustrar toda la problemática: la violencia, el micro tráfico, los carteles, las cárceles: «En las producciones locales escapamos del lugar común de películas de narcos -no tenemos ninguna de Pablo Escobar-, seleccionamos un cine menos visto y que puede alimentar el debate y enriquecer la percepción audiovisual de los asistentes».
Tres décadas en primer plano
El Festival trazará un arco que abarcará tres décadas de aquellos años del miedo y la incertidumbre hasta estos de las esquirlas. Y la literatura como notaria y espejo tiene una presencia fuerte e importante. «Este año la literatura está encargada de los primeros planos. Si el Cinexcusa fuera un relato cinematográfico, el rol de la literatura sería acercar la cámara a los rostros de los personajes«, dice Hernando Flórez, codirector del Festival.
El libro es uno de los pilares de Cinexcusa junto al cine y las ciencias sociales, recuerda Flórez: «Nuestra intención es complejizar el tema central con diferentes lenguajes, con distintas sensibilidades que cuando se juntan nos permiten construir un relato matizado que interpela al público».
El Festival incluye, añade Manrique Rivas, «el relato de los familiares de las víctimas del narcotráfico, indígenas que han sido condenados por sus prácticas ancestrales, intelectuales que han estudiado a profundidad el flagelo, artistas que lo han representado y, por supuesto, mucho cine».
Un ejemplo de esa presencia cinematográfica es la de Víctor Gaviria, recordado por películas canónicas del cine colombiano como La vendedora de rosas (1998) y Sumas y restas (2014). Esta última será presentada en entrevista con el crítico de cine Augusto Bernal. Junto a él estarán invitados como Carlos Páramo, director del departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, quien presentará una charla sobre los corridos prohibidos como género musical de frontera y Juan Carlos Melo, director de la película colombiana Jardín de amapolas (2012).
En la Muestra Central se presentarán 13 largometrajes en relación al eje temático. En esta sección los invitados desarrollarán una serie de subtemas, bajo la metodología de cine foro. Entre las películas proyectadas están: Pájaros de verano de Ciro Guerra elegida para representar a Colombia en los Premios Oscar 2019, Matar a Jesús de Laura Mora, Apaporisde Antonio Dorado y Ciro y yo de Miguel Salazar.
Bibliografía del narco
De La virgen de los sicarios, de Vallejo (1994); Noticia de un secuestro, de Gabriel García Márquez, (1996); Rosario Tijeras, de Jorge Franco (1999); La parábola de Pablo, de Alonso Salazar (2001); Delirio, Laura Restrepo (2004); Sin tetas no hay paraíso, de Gustavo Bolívar (2005); El ruido de las cosas al caer(2011); a Era más grande el muerto, de Rivas (2017), los colombianos han escrito unas cuantas obras literarias que dejan testimonio del pasado, presente y consecuencias del narcotráfico.
En Colombia hay un prejuicio de que se escribe mucho sobre narcotráfico, lamenta Luis Miguel Rivas. Pero la verdad, aclara el escritor, «es que si se mira con rigurosidad el número de novelas no pasa de las quince o veinte. Era más grande el muerto, que retrata la vida de Yovani y Manuel en el contexto de la década de las ochenta durante la época del poderío del cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar, es solo una voz para mostrar algunas características de una problemática tan compleja».
Los motivos de la escritura sobre este problema son múltiples. Rivas cuenta que cuando empezó a escribir su novela quiso hacer una especie de Quijote contemporáneo como un personaje que se hubiera leído toda la literatura de los sicarios, así como hizo don Quijote con los de caballería para empezar a vivir como justiciero. Por esa razón, hay un capítulo que hace referencia a la literatura de narcotráfico.
A través de Era más grande el muerto, el Festival Cinexcusa quiere mostrar el carácter de personajes emblemáticos del narcotráfico en Colombia como el traficante de barrio urbano. «Un tipo tosco, inculto, ambicioso y astuto que quiere conquistar todo con dinero, hasta el intelecto. El de la chica joven de clase media que oficia como musa del traficante. Y el carácter de personajes extraordinarios en el universo narco del barrio: los jóvenes que decidieron no ser narcos, sufrir el bullying que implica y fraguar su venganza blanca y limpia: comprar la ropa de los narcos asesinados cada semana. Ropa de marca comprada en la morgue», explica Flórez.
Cualquier producto literario colombiano va a conducir al narcotráfico o a sus consecuencias. Al menos eso piensa Betuel Bonilla, Premio Nacional de Cuento 2018, y también invitado a Cinexcusa, porque «incluso cuando se revisan novelas que aparentemente se mueven en otros universos ficcionales, el narcotráfico aparece en cualquiera de las páginas. No es una elección del creador, es algo que está ahí presente como la propia violencia, aunque hay una novelística que sí decide de manera consciente incursionar de manera central en esta temática».
Los libros de referencia
Juan Carlos Melo, director de cine colombiano y otro de los invitados al Festival de Cine de Neiva Cinexcusa, considera que en América Latina las vías de representación y producción de imaginarios sociales no pasan tanto por la literatura como en Europa, sino por los medios masivos de comunicación: la televisión, la prensa y ahora la internet: «Los mecanismos de reflexión crítica que se encuentran en la televisión son bastantes limitados y escasamente permiten pensar la realidad y tomar distancia de ella. Los imaginarios que en esos medios de comunicación se producen responden más a criterios de oferta y demanda que a la necesidad de problematizar el contexto en que vivimos«.
De esa manera, la literatura que da sustento sociológico a su película Jardín de amapolas proviene básicamente del género crónica periodística: «Creo que la crónica periodística en su estructura narrativa utiliza técnicas cinematográficas. Por otra parte, también he tenido contacto personal con la problemática social y con base a esa experiencia narré la película, los elementos que se recrearon suponen un estudio de las masacres que tocaron al país en las últimas décadas».
Luis Miguel Rivas cuenta otros referentes para su obra: «La Marquesa de Yolombó (1928), de Tomás Carrasquilla, por el uso del lenguaje coloquial y su riqueza de sentido; La Conjura de los necios (Anagrama, 1982), de John Kennedy Toole, por la arquitectura de la historia y el humor y en este último aspecto otra referencia es la novela Los relámpagos de agosto (Casa de las Américas, 1964), de Jorge Ibargüengoitia. En cuanto a literatura colombiana, Angosta (Seix Barral, 2003), de Héctor Abad Faciolince, con esa especie de alegoría sobre esa sociedad con distintos estratos sociales. Otro más que está implícito es Andrés Caicedo con todo el universo de la juventud, de la calle y su lenguaje cotidiano«.
La literatura en Cinexcusa, afirma Flórez, viene a mostrar los personajes secundarios del narcotráfico en Colombia, a ampliar el contexto y a dialogar con las voces de personajes reales como Ciro Galindo, un campesino que ha vivido la violencia en manos de todos los actores armados que se disputan las rutas del narcotráfico y que estará en la apertura del Festival.
Como escribió Juan Gabriel Vászque en El ruido de las cosas al caer: «Mi vida contaminada era mía solamente, mi familia estaba a salvo todavía: a salvo de la peste de mi país, de su atribulada historia reciente, a salvo de todo aquello que me había dado caza a mí como a tantos de mi generación y también de otras, sí, pero sobre todo de la mía, la generación que nació con los aviones, con los vuelos llenos de bolsas y bolsas de marihuna, la generación que nació con la Guerra contra las Drogas y conoció después las consecuencias«.
- El Festival Cinexcusa proyectará 19 largometrajes y 18 cortometrajes que muestran que el narcotráfico no es un asunto exclusivamente colombiano con películas de Colombia, Francia, Brasil y México.
*** Este artículo se publicó originalmente en la web de WMagazín, la revista literaria online dirigida por el periodista Winston Manrique Sabogal, un espacio para conversar con sosiego sobre literatura, donde él es cronista de encuentros, reportajes y entrevistas a ambos lados del Atlántico, y los lectores son los coautores, con sus lecturas y comentarios.
Octubre 23 de 2018