“Si amas lo que haces, nunca será un trabajo”, frase célebre del pensador chino Confucio que aplica en la vida del maestro Carlos Villa, quien luego de hacer un repaso por sus más de 65 años como violinista virtuoso, concluye que ha sido y es feliz porque desde siempre ha hecho lo que le gusta y apasiona.
Vive desde hace 40 años en Nueva York; es apasionado por el cine, la buena mesa, el vino y la lectura. Viaja constantemente a Bogotá por su compromiso como director de la Orquesta Filarmónica Juvenil (OFJ), tarea que disfruta y es su actual pasión. Aunque ha obtenido varios reconocimientos y prestigio en el mundo por su talento, es una persona sencilla y de pocas palabras, quien con un tono sereno cuenta anécdotas de su carrera artística, siempre haciendo énfasis en que la clave del éxito está en la disciplina.
Precisamente, por esa disciplina y su carrera artística como violinista, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte decidió otorgarle el Premio Vida y Obra, que se entrega cada dos años, y que busca reconocer el trabajo de artistas y gestores culturales que hayan enriquecido el patrimonio artístico y cultural de la ciudad.
El jurado del premio, conformado por María Claudia Hakim, directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá; Ramiro Osorio, director del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo; y Jorge Orlando Melo, escritor e historiador, destacó la técnica en la obra musical de Villa y su trabajo pedagógico.
En este sentido, Sandra Meluk, directora de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, señala que «el maestro Carlos Villa es hoy inspirador de muchos jóvenes que construyen su vida interpretando el violín. Nos complace mucho que reciba este Premio».
El maestro Villa expresa que “es un tremendo honor obtener este reconocimiento, que destaca el trabajo que he desarrollado durante varios años. Samuel Jiménez, violinista de la OFJ, fue quien me postuló; habló con mi esposa y recogió toda la documentación requerida para la postulación. Por eso este Premio se los dedico a ellos”, dice Villa.
Una gran trayectoria construida nota a nota
Su camino de éxito se empezó a trazar cuando escuchó por primera vez los sonidos virtuosos del violinista Yehudi Menuhin. En ese entonces Villa tenía 5 años y era estudiante de piano. Sin embargo, relata que durante su encuentro musical con Menuhin, supo que lo suyo era el violín, pues consideró que este instrumento era apto para todo tipo de interpretación musical.
En efecto, este pequeño que solía jugar por las playas cartageneras, resultó ser un prodigio para tocar el violín. Por esta razón, Villa fue admitido a los 7 años en el Curtis Institute of Music en Filadelfia, Estados Unidos, uno de los institutos de música más importantes del mundo, donde se accede por la beca que le otorgan solo a los más talentosos.
Luego de terminar su bachillerato con profesores particulares y dedicar casi todo su tiempo a practicar con el violín, incursionó en las grandes ligas en Zurich (Suiza), donde recibió clases particulares del mismo Yehudi Menuhin. Posteriormente, a sus 27 años fue designado concertino de la Nueva Filarmónica de Londres, cargo que ocupó durante cinco años.
Por esa misma época, nada más y nada menos que The Beatles quisieron tener en dos de sus canciones más famosas los sonidos del violín de Villa, cuyas melodías también fueron parte de temas de PinkFloyd, entre otros artistas de gran reconocimiento. Villa relata este pasaje de su vida como una anécdota que, aunque recuerda con cariño, no es de las más importantes de su carrera artística.
El tiempo pasó y su vida transcurrió entre escenarios en todo el mundo, en los que muchas de sus admiradoras le arrojaban rosas rojas fascinadas por sus interpretaciones. Así llegó a convertirse, en 1973, en el director de orquesta y concertino de la Camerata Académica de Salzburgo (Austria), con la que recorrió Europa, América del Sur, Australia y parte de Oriente.
En 1977 inició su vínculo con la Orquesta Filarmónica de Bogotá, de la que ha sido concertino, solista invitado y director. Ese año se radicó en Nueva York, donde se convirtió en miembro de la Filarmónica de Brooklyn, la Filarmónica de Westchester y de la American Composer’s Orchestra.
Su presente está con los jóvenes de la OFJ, en fortalecer su talento, motivado “por el alto nivel musical e instrumental de estos muchachos, que con mucha disciplina se preparan para dejar huella en el mundo musical, una huella que estoy dispuesto a guiar y construir”, asegura el maestro Carlos Villa.